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Por: El Conde de la Distra.
Cuantas historias hemos escuchados sobre los Condes más famosos de toda la humanidad, unos reales, otros ficticios, unos muy crueles, otros muy bonachones y que seguramente tenemos algo en común con alguno de ellos.
El Conde Lucanor, producto de la imaginación de don Juan Manuel por allá por los años de 1330. Juancho, compila en un libro de cincuenta y un cuentos un repertorio de sabiduría práctica que pretende ayudar a los lectores para que solventen sus problemas cotidianos, conserven sus bienes, mantengan su buena reputación y salven sus almas utilizando la figura de moralejas. Trata sobre la necesidad del Conde de tener dinero pese a no necesitar nada más, concluyendo que vale más la vida que toda la riqueza del mundo.
Se dice que El Conde Drácula, nació por allá bien lejos de nuestra tierra, en Bran Transilvania Rumanía, y que vivió en un castillo construido sobre una roca de más de 100 metros de altura, sobre el eje de un precipicio, pero en realidad el verdadero conde era un despiadado príncipe de Valaquia, zona sur de Rumanía, y el muy bellaco no era Vampiro, sino un verdadero malvado, que se hizo famoso por hacer de la tortura su pasatiempo favorito, fue llamado “El Empalador” por su afición de clavar a sus enemigos en estacas.
Su fama después de su muerte, sirvió para que Bram Stoker lo tomara como modelo para su personaje ficticio: “Drácula el vampiro”, personaje este que llevaba una capa negra sobre una prenda roja y disfrutaba de la sangre fresca para mantenerse vivo.
El Conde de Montecristo. Considerada un clásico de todos los tiempos es solo una novela de aventuras escrita por Alejandro Dumas, novelista y dramaturgo francés, aventuras que se suscitaron por allá en Francia, Italia y varias islas del mediterráneo, durante los cien días de gobierno de Napoleón a principios del 1800 y mediados del mismo, esta narración nos enseña sobre la justicia, la venganza, la piedad y el perdón.
Resulta que Alejo Dumas encuentra una información, las memorias de un hombre llamado Jacques Peuchet, quien contaba la historia de un zapatero parisino llamado François Picaud. O sea Franco el zapatero, [nombrándolo yo coloquialmente], a este personaje se le dio por enamorarse de una mujer que además de hermosa era muy adinerada, la envidia que se esparce por el mundo como la verdolaga no demoró en aparecer y fue entonces cuando cuatro de sus amigos de mayor confianza celosos por la conquista y los amoríos de Franco o de Pacho y la bella dama, lo acusaron injustamente de ser un espía de Inglaterra.
De ipso facto cogieron a Pacho y lo guardaron durante siete largos años, lo que no se esperaron estos cuatros traidores, era que una vez liberado de su infortunio François Picaud, o Pacho como yo le llamo, se dedicó a buscarlos hasta por debajo de las piedras durante diez largos años. Para esa tarea, la suerte no le fue esquiva, ya que un compañero de celda ya casi moribundo, le tiró el dato de un tesoro que tenía guardado en Milán para que lo tomara para si, con esa platica en sus bolsillo salió como volador sin palo, llegó a Paris se cambió el nombre y empezó a fraguar su venganza contra los cuatro caimanes que lo habían traicionado.
Hay otro Conde que anda vivito y coleando todavía por este mundo terrenal, éste, no ha librado batallas tan amargas como sus antecesores, pero le ha tocado difícil llegar al sitial donde hoy se encuentra, donde goza del amor de toda su familia y de los verdaderos amigos de siempre.
Este conde es más bien bonachón, alegre, ocurrente, cascarrabias por momentos, en toda la extensión de la palabra un bacán, se las da de poeta, de cantor, de hacedor de versos y poesías, de melómano y ejecutante de varios instrumentos musicales y en verdad, dicen los que lo conocen que no lo hace tan mal.
Le gusta el arte, la arquitectura, el embrujo del campo, hornear un buen pan, degustar un buen vino, la cocina criolla y compartir con todo el mundo lo que mejor ha atesorado y cultivado en toda su existencia y que guarda muy celosamente: La amistad, la generosidad, la gratitud y la humildad, gustos y valores que heredó de sus padres y de sus abuelas.
La historia de este conde, es producto del amor de una singular pareja: “Mayo y Pilucho”, a finales de los años cincuenta y principio de los sesenta, cuando a Mayo en sus mejores años de juventud llegó a un hermoso paraje del sur de la guajira bañado por las aguas del rio ranchería buscando el amor de su vida, allí un apuesto galán, romántico, enamorador y juglar, le puso el ojo y la conquistó, floreció el amor y luego de esa unión, trajeron al mundo a quien hoy después de sesenta largos años bien vividos y bien gozados, les contará de manera común y silvestre, sin lenguaje rebuscado, historias, anécdotas, vivencias propias, ocurrencias de nuestros congéneres, que se han suscitado desde mi infancia hasta los días venideros.
Les escribiré de lo que me gusta y de lo que les gustaría a ustedes que contara, estaré a su disposición a partir de este día, por este medio virtual llegando a sus hogares con lo mejor que puede brotar de mi imaginario cotidiano.
