En la puerta de un camposanto del sur de Cali, un grupo no mayor de 60 personas debía reportarse, con su cédula, para ingresar a una ceremonia familiar e íntima alrededor de uno de los hombres que llegó a ser uno de los más poderosos en el mundo del narcotráfico.
Gilberto Rodríguez Orejuela, a sus 83 años cumplidos en enero pasado, no alcanzó a tener vida para regresar y morir en su ciudad, como lo pedía, porque no le aceptaron sus peticiones bajo el peso de enfermedades como…