A sus 58 años, Juana ya está cansada de agacharse tanto, de trabajar al sol y al agua en las faldas de las veredas de Jericó. La esperanza se le apareció el día que escuchó rumores en la cooperativa donde vende el café, hablaban de un banco que pagaba buenos intereses por inversiones mínimas —ya muchos recibían sus ganancias— y no pudo evitar ilusionarse. Le hablaron en dólares, pero ella no entendía, y le convirtieron a pesos: si metía 300.000 pesos, en 12 meses tendría…
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