in

Racismo y fútbol: la ironía del “amor condicional” hacia los negros | Opinión por: Finito

Publicidad EDEQ

En este teatro que llamamos sociedad, pocos espectáculos son tan comunes y tan tristes como el racismo. Marino Hinestroza, jugador de Atlético Nacional, no solo experimentó un desafortunado exabrupto por parte de una joven educada, sino que también sacó a flote un fenómeno que todos conocemos, pero que pocos se atreven a admitir: el amor condicional hacia los afrocolombianos. Si cumplen, su color es una virtud; si no, su color se convierte en un defecto.

¡Qué privilegio el suyo, señor Marino, ser insultado por una mujer tan bonita y culta como Luisa María Arias Carvajal! Porque, claro, no es lo mismo escuchar “simio hijueputa” de un cualquiera que de una primera princesa del Reinado Departamental del Turismo. Algo de glamour en medio del agravio.

La contradicción es hoy un arte en el fútbol. Un jugador afrocolombiano que falla un pase es un “simio hijueputa”, pero si mete el gol decisivo se convierte en un “diamante negro”, un “Dios de ébano”. ¡Qué consuelo saber que el talento puede, aunque sea por un momento fugaz, cambiar el significado del color de la piel! Pero claro, no todos tenemos ese privilegio. Yo, por ejemplo, soy moreno y siempre fui un desastre con el balón, así que nunca subí de “soltala, negro marica”. No hubo diamantes ni dioses para mí.



Publicidad Comenfalco Quindio

Luisa María, sin embargo, no discrimina; ella no es racista. Simplemente sigue una tradición perversa que debería desaparecer. Ella ama a los afros y al verde de Nacional, pero lo que le juega en contra es que le gusta ganar. Eso sí, me pregunto: ¿qué haría si fuera hincha del Deportes Quindío? Pobrecita, porque ahí también hay negros y lo más “trágico”: casi nunca ganan. Sería para ella un doble castigo. Pero volvamos a la realidad: la doble moral de los amantes del fútbol no es exclusiva de Luisa María, verdolaga hasta los tuétanos: es un espejo de nuestra sociedad, donde el respeto también es condicional, efímero y caprichoso.

En mi propia búsqueda de identidad racial, he encontrado una gama de matices que ni los catálogos de pintura tienen. Pero, en mi caso, mi colorcito ha sido empleado en la mayoría de ocasiones para muestras de cariño. Mi amigo John Jolmes, el icónico reportero gráfico del Quindío, me llama Morocho; Millita, la mejor diagramadora del departamento, me dice Negrito; Pony, embajador del Quindío en Chile, me llama Negrura; y Feroz prefiere Negroide. Cada apodo viene cargado de afecto y, por supuesto, de una pizca de exotismo que solo enriquece el panorama. Pero también está la parte seria: algunos afrocolombianos sienten que estoy usurpando una discriminación que no me corresponde.

Lleno de dudas, para ver si merezco que me insulten anteponiendo la palabra negro o si solo soy merecedor de que me digan el insulto a secas, consulté a varios amigos. Ellos me dijeron que en realidad no soy lo suficientemente negro para merecer los insultos raciales con todo su peso simbólico. Entonces, sentí que siempre me han insultado de esa manera amorosa, por no hacerme el feo, por puro cumplido. Uno de ellos me aterrizó: “No eres de raza; eres un criollito”.

En Montenegro, el municipio afrocolombiano del Quindío, se combate el racismo. Allí conversé con la actual Reina Departamental del Turismo, María Camila Caro, quien me dijo que todos son bienvenidos y que allí se respeta la diferencia. “Aquí respetamos a todas las personas y valoramos la diversidad”, afirmó con una sonrisa sincera la estudiante de Comunicación Social. Su visión, aunque optimista, invita a reflexionar: ¿es posible construir una sociedad donde la diferencia sea celebrada y no utilizada como arma?

En un mundo donde las palabras hieren y las etiquetas pesan, la esperanza de María Camila se siente como un recordatorio de que el cambio empieza con el respeto genuino, más allá del color de la piel o el marcador en un partido. Quedé de regresar a Montenegro para entrevistarla, y ya que Montenegro es su casa pienso invitar a Harol Ruiz, de 180 Grados Digital, porque, como yo, él es un negro 2/4: un término medio, ni tan negro ni tan blanco; negro para los blancos y blanco para los negros. Digamos que, por tener las dos versiones, él y yo somos algo así como dos cafés con leche. ¿Más elegante? Dos capuchinos: periodísticamente seríamos como dos negros contrastados, dos negros objetivos.

Por Finito

Oliver Gómez Solarte – Director Finito.pro

Columnista Quindío Noticias: Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad total y absoluta del columnista firmante al pie de página. Su contenido no compromete la línea editorial e informativa de Quindío Noticias.

Visite la fuente

What do you think?

Written by jucebo

Cifra de quemados por pólvora disminuyó 24 % durante la celebración de velitas

Cifra de quemados por pólvora disminuyó 24 % durante la celebración de velitas

Con sello Unimagdalena se graduaron 661 nuevos profesionales, tecnólogos y técnicos

Con sello Unimagdalena se graduaron 661 nuevos profesionales, tecnólogos y técnicos