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1980 LA TRAGEDIA DE SINCELEJO | Cuando la fiesta se tiñó de luto

1980 LA TRAGEDIA DE SINCELEJO | Cuando la fiesta se tiñó de luto


El 20 de enero de 1980, la ciudad de Sincelejo, conocida por su espíritu festivo y arraigadas tradiciones culturales, se convirtió en escenario de una de las peores tragedias en la historia de Colombia. En plena celebración de las corralejas, una estructura improvisada de madera y guaduas colapsó, dejando un saldo de cientos de muertos y heridos, y marcando para siempre la memoria colectiva de Sucre y el país.

Desde días antes, la ciudad bullía de entusiasmo. Miles de personas, locales y visitantes, se congregaban para disfrutar de las corralejas, esa fiesta popular que combina el folklore costeño con la adrenalina de los toros en el redondel. Los palcos, construidos de manera rústica por contratistas locales, parecían desafiar la gravedad con su precaria estabilidad. Sin embargo, nadie imaginó que ese día la celebración se transformaría en una catástrofe que le dio la vuelta al mundo.

A las 3:30 de la tarde, mientras el sol ardiente iluminaba la plaza repleta de espectadores, uno de los palcos más concurridos comenzó a tambalearse tras una pertinaz llovizna. Los gritos de entusiasmo se transformaron en alarmantes llamados de pánico cuando, de repente, la estructura se desplomó como un castillo de naipes. Decenas de personas quedaron atrapadas entre los escombros, mientras otras eran pisoteadas en el caos por quienes intentaban huir.

El colapso fue devastador. Más de 500 personas perdieron la vida, muchas de ellas aplastadas por las pesadas vigas de madera o por la multitud en su desespero. Otras sufrieron heridas graves que dejaron cicatrices físicas y emocionales imborrables. Las escenas eran desgarradoras: niños buscando a sus padres, gritos de dolor que resonaban en el aire y cuerpos apilados en medio de una nube de polvo y confusión.

El hospital de Sincelejo, con recursos limitados, se desbordó rápidamente ante la magnitud de la emergencia. Los habitantes, en un acto de solidaridad, convirtieron casas, camiones y locales comerciales en improvisados centros de atención. Mientras tanto, los médicos, enfermeras y voluntarios trabajaban incansablemente para atender a los heridos pero no daban abasto.

Las investigaciones posteriores revelaron lo que muchos ya sospechaban: la negligencia y la improvisación habían jugado un papel en la tragedia. Los palcos se construyeron sin los estándares mínimos de seguridad, utilizando materiales frágiles y sin supervisión técnica. Además, la capacidad de los palcos fue ampliamente sobrepasada, con cientos de personas apiñadas en espacios que no estaban diseñados para soportar tal peso.

Los responsables de la organización del evento enfrentaron duras críticas, pero las sanciones fueron limitadas, dejando un sabor amargo de impunidad. La tragedia, sin embargo, sirvió como un punto de inflexión en la forma de gestionar eventos masivos en Colombia, generando nuevas regulaciones y un mayor escrutinio hacia este tipo de actividades.

Han pasado 45 años, pero la tragedia de Sincelejo permanece como un recuerdo doloroso de las consecuencias de la irresponsabilidad y la codicia. Cada enero, las familias de las víctimas se reúnen para honrar la memoria de sus seres queridos, mientras la ciudad, en un contraste desgarrador, sigue celebrando las tradicionales fiestas en corralejas. Aunque ahora los palcos ya no alcanzan tres pisos, se levantan en un redondel gigante, donde los más valientes desafían a los toros bravos de las ganaderías de la región. Desde los palcos, las papayeras animan el ambiente al ritmo del porro, y el público estalla en júbilo y gritos con cada embestida de los astados.

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Written by jucebo

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