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CRÓNICA | «La vocación de servicio no se jubila; se transforma»


Desde Sabanalarga, Atlántico, hasta los Montes de María, la vida de Richard Arturo Mármol de la Oz ha sido un camino de entrega, compromiso y servicio. Durante más de 23 años en la Policía Nacional, enfrentó el peligro, protegió comunidades y superó momentos de incertidumbre. Sin embargo, su retiro no significó el fin de su vocación, sino el inicio de una nueva etapa.

«Soy una persona de carácter fuerte, pero justa. Me gusta ayudar, aconsejar y dar lo mejor de mí. La Policía me enseñó a entregarlo todo por la comunidad y a llevar con orgullo el nombre de la Institución», afirma con convicción.

Su ingreso a la Policía en 1991 fue impulsado por su profundo deseo de servir. Desde su formación en la Escuela Antonio Nariño hasta su asignación en el Departamento de Policía Bolívar, enfrentó desafíos que pusieron a prueba su temple y compromiso. Uno de los momentos más críticos de su carrera fue el enfrentamiento con el extinto frente 37 de las FARC en los Montes de María. A pesar del ataque con explosivos que destruyó la alcaldía de Córdoba Tetón, la operación liderada por el subteniente César Mauricio Rodríguez Zárate logró repeler la agresión sin bajas policiales ni civiles.

Otro episodio destacado ocurrió en 1996, durante un patrullaje en San Juan Nepomuceno, Bolívar donde enfrentó a delincuentes armados y, gracias a la estrategia y el trabajo en equipo, logró salir ileso. A lo largo de su carrera, su fe y el apoyo de su familia fueron su fortaleza.

«Lo más valioso de mi trayectoria fue haber sido un puente para ayudar a muchas comunidades. Dios me permitió proteger a la gente en varios municipios, defendiéndolos de la guerrilla, los grupos de autodefensa y la delincuencia», expresa con orgullo.

Desde su infancia en Barranquilla hasta su juventud en Sabanalarga, aprendió de su madre, Rita Isabel, los valores de la disciplina, el respeto y la rectitud. Su madre trabajó incansablemente para sacarlo adelante, y con el tiempo, él logró retribuirle todo su esfuerzo. «Cuando ingresé a la Policía, muchas de sus enseñanzas se convirtieron en mi guía. Siempre supe diferenciar el bien del mal y procuré orientar a los jóvenes que encontré en caminos equivocados, especialmente a aquellos atrapados por las drogas».

Lejos de quedarse inactivo tras su jubilación, encontró nuevas formas de servir. Se vinculó a la administración municipal en San Juan Nepomuceno, donde siguió trabajando por la seguridad y la convivencia ciudadana. Luego, halló en el campo una fuente de productividad, administrando dos hectáreas de tierra con cerdos, ganado y aves de corral.

Convencido de que el aprendizaje es un proceso constante, ahora se prepara para estudiar Derecho, con la meta de seguir contribuyendo a su comunidad desde otra perspectiva. Aunque ya no porta un uniforme, sigue siendo un servidor: asesora ciudadanos, apoya a la Policía y promueve valores en la juventud.

Para él ser policía es más que un trabajo: es un compromiso de por vida. En San Juan Nepomuceno, donde se radicó con su familia, sigue siendo un referente comunitario. Su teléfono está siempre disponible para atender inquietudes ciudadanas y canalizar problemáticas hacia la Policía local. «Siempre he querido que los policías que llegan a trabajar aquí sean los mejores. Vivimos en esta comunidad y lo que más nos interesa es la tranquilidad, la paz y la seguridad del municipio».

Padre de seis hijos, ha inculcado en ellos el valor del esfuerzo y la superación personal. Su hijo Ricardo Andrés siguió sus pasos y ya lleva ocho años en la Institución. «Le aconsejo que siempre se encomiende a Dios y trabaje para la gente. Un buen policía debe estar al servicio de la comunidad».

Agradecido con la Policía Nacional por haberle brindado estabilidad y la posibilidad de formar una familia, confía en su evolución. «Nuestra generación dejó un camino labrado. Ahora, los patrulleros de hoy tienen la responsabilidad de ser mejores y de llevar a la Policía hacia el futuro con integridad y compromiso».

Para él, la vida después de la pensión no es el final de la labor, sino una transición hacia nuevos desafíos. «Algunos colegas han optado por la docencia, otros por el comercio o el transporte. En mi caso, he encontrado en la educación y el campo una nueva razón para seguir adelante».

Finalmente, envía un mensaje a sus compañeros pensionados: «La clave es no quedarse estancados. La vida es un ciclo de aprendizaje continuo, y mientras tengamos energía y voluntad, siempre habrá una manera de seguir aportando a la sociedad. La vocación de servicio no se jubila; se transforma».

Su testimonio deja en claro que la verdadera vocación trasciende el uniforme. Richard Arturo Mármol de la Oz sigue siendo un ejemplo para su comunidad, un orgullo para su familia y un hombre cuyo legado perdurará en las futuras generaciones.

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Written by jucebo

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