Fuente: W Radio Colombia
Transcurría 1998 y las inspecciones se amparaban en un encargo especial del Juzgado Segundo Penal del Circuito Especializado de Bogotá que pretendía identificar a víctimas del Holocausto del Palacio de Justicia.
Mientras las diligencias avanzaban, a 358 kilómetros de Bogotá, en Tuluá, Valle del Cauca, Nohemí Vásquez, le pedía a Dios en sus oraciones matutinas por el descanso eterno de Edisson Zapata Vásquez, aquel hijo que un día de 1985 se fue a la capital con la excusa de trabajar, pero que el 6 de noviembre de ese mismo año figuró como uno de los guerrilleros del M-19 abatidos en la toma.
El esqueleto 79 fue enviado a los laboratorios del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses donde se dictaminó que las estructuras óseas correspondían a dos individuos. Uno de ellos llamó la atención de los expertos forenses: presentaba un inmejorable estado antropológico, pese a los años.
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