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Análisis: sin luz al final del túnel en la economía nacional

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El jueves pasado la Comisión Económica para América Latina y el Caribe dio a conocer una actualización de sus proyecciones respecto al crecimiento de la región. Según el comunicado, los países de la zona experimentarán una ligera mejoría frente al cálculo de unos meses atrás y registrarían en conjunto una expansión de 2,1 por ciento en 2024.

Con todo y revisión al alza, la cifra es mediocre pues no solo se encuentra muy por debajo del promedio global, sino que confirma una falta de dinamismo que viene de tiempo atrás. Tan solo un puñado de naciones logrará una tasa superior al cuatro por ciento, incluyendo a Venezuela, que ahora anda más rápido que la mayoría.

Para los demás el panorama es mucho menos alentador, aunque hay unos que pintan peor que otros. Argentina se encamina a una contracción de más del tres por ciento, debido al fuerte ajuste impulsado por la administración de Javier Milei. A su vez, Haití, sumida en el desgobierno, caería en dos por ciento.

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El resto estará en números positivos. De abajo hacia arriba, y empatada con Cuba en el puesto 30 de 33, se encuentra Colombia, que vuelve a ocupar los últimos lugares de la tabla por segunda vez consecutiva. Según la Cepal, la economía nacional crecería 1,3 por ciento este año, cuatro décimas menos de lo que afirmó el organismo a finales de 2023.

Ahora falta esperar si el pronóstico se confirma. Por lo pronto, el turno es para el Dane, que durante la presente semana dará a conocer cómo le fue al producto interno bruto durante el primer trimestre.

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Todo apunta a que el reporte no será bueno. Los problemas que el año pasado llevaron a la actividad productiva a algo cercano al estancamiento siguen presentes, según se desprende de los informes provenientes de diferentes segmentos. Debido a ello, ningún analista especializado habla de repunte o algo por el estilo.

Para citar un caso concreto, el Grupo Bancolombia sostiene que la tasa de aumento anual del PIB habría sido de tan solo 0,1 por ciento entre enero y marzo. “Observamos señales mixtas porque mientras el sector primario, compuesto por agricultura y minería, tiene una evolución positiva, el secundario, integrado por manufactura y construcción, experimenta dificultades, al tiempo que el ramo de los servicios muestra señales mezcladas”, señala Laura Clavijo, cabeza de la Dirección de Investigaciones de la institución.

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Por el lado de la demanda, el consumo de los hogares sigue débil, al tiempo que la inversión no levanta cabeza. Algo de ese desempeño lo compensaría el gasto público, pues a pesar de los bajos índices de ejecución observados, el balance de los giros oficiales es menos negativo que el de 12 meses atrás sobre todo en el rubro de funcionamiento.

Un desempeño como el anotado estaba previsto, aunque siempre existió la esperanza de una sorpresa favorable. No hay duda de que las tasas de interés elevadas, cuya alza fue impulsada por el Banco de la República con el fin de poner la inflación en cintura, actúan como un lastre. Endeudarse, ya sea para adquirir bienes o emprender un proyecto, todavía es oneroso.

Economía colombiana

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Dicha presión comienza a disminuir en la medida en que los precios suben en forma más lenta. Tal como informó el Dane hace unos días, el incremento en la canasta familiar al cierre de abril se ubicó en 7,2 por ciento anual, cinco puntos menos que en el primer tercio de 2023. Debido a ello, el Emisor, que viene reduciendo el costo de sus fondos, cuenta con margen para hacer recortes adicionales de manera gradual en el futuro cercano.

Eventualmente, el alivio llevará a que el consumo tome algo de aire y el ritmo de los negocios mejore un poco. “El segundo semestre debería ser más llevadero”, subraya Laura Clavijo.

(Puede leer: Gobierno anuncia avance en regularización de las alianzas público-estatales: qué son).

Tal impresión es compartida por las autoridades monetarias. Leonardo Villar, gerente del Banco de la República, reiteró la semana pasada en una conferencia que el equipo técnico de la entidad pronostica un crecimiento del PIB de 1,4 por ciento este año, lo cual no solo implicaría una recuperación frente al 0,6 por ciento del pasado, sino que las cosas irán de menos a más en cada trimestre.

Sobre el papel, en 2025 la realidad sería más benéfica aún, una vez que los intereses disminuyan todavía más, por cuenta de lo cual la expansión de la economía ascendería a 3,2 por ciento. No obstante, el responsable del Emisor reconoce que “los riesgos a la baja en este frente son grandes en un contexto de creciente polarización política que aumenta la incertidumbre sobre las políticas económicas y afecta los estímulos a la inversión privada”.

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De vuelta al presente, no hay que llamarse a engaños sobre las dificultades actuales, que son numerosas. Resulta irónico, por decir lo menos, que uno de los ramos de mostrar del sector productivo sea el de la actividad petrolera, dada la conocida línea oficial en contra de los combustibles fósiles. Aun así, el entorno de las cotizaciones globales es favorable y ello induce a que haya una extracción adicional de crudo.

Pasando a otro capítulo, el campo muestra una dinámica aceptable. Para comenzar, las exportaciones agropecuarias son las únicas que aumentan (4,6 por ciento más entre enero y marzo), dentro de un contexto general de menores ventas externas. Banano, flores y frutas facturan más, al igual que ganado en pie.

(Le recomendamos: Cómo va el plan de trabajo para la reactivación económica del país: los detalles).

También es de destacar la mayor producción de café, que subió 8 por ciento hasta finales de abril. A pesar de que la distancia entre la administración Petro y la de la Federación se ve cada vez más grande, el volumen cosechado ayuda a contrarrestar la tensión entre los dirigentes y un escenario de precios internacionales más desafiante.

No es ningún consuelo saber que otros la pasan peor. La encuesta mensual manufacturera que hace el Dane mostró que en el primer bimestre la industria registró una contracción de 3,2 por ciento, la cual seguramente será mayor en marzo por cuenta de los menores días trabajados durante la Semana Santa.

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Algo muy similar revela la Encuesta de Opinión Industrial Conjunta que elaboran la Andi y otros gremios, cuyos resultados se darán a conocer esta semana. Aparte de cifras en rojo, tanto en producción como en ventas, llama la atención que el uso de la capacidad instalada muestra tendencia descendente al igual que la marcha de los pedidos.

También cae la percepción de los empresarios sobre el clima de los negocios. Dentro de los principales problemas reportados, la lista la encabeza la falta de demanda, seguida por el costo de las materias primas, el tipo de cambio y la incertidumbre respecto a las reformas.

(Además: ‘La ciudad de 15 minutos’: cómo funciona este concepto de urbe creado por un colombiano).

Curiosamente, los costos financieros ocupan el quinto lugar de la lista. Tal parece que al menos entre quienes respondieron el sondeo, este no es el punto crucial a la hora de determinar la marcha de sus actividades.

Para Bruce Mac Master, presidente de la Andi, “la situación es muy compleja porque el Gobierno está refugiado en la idea de que todo lo que pasa se debe al nivel de las tasas de interés”. Tras esa afirmación está el mensaje de que el Ejecutivo ha ignorado los llamados respecto a la necesidad de un plan de choque, concentrándose en aquellos renglones que impulsan la producción y el empleo.

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Quizás el caso más extremo de todos sea el de la vivienda, cuyas ventas en el primer trimestre se descolgaron otro 18 por ciento, frente a igual periodo de 2023. En cifras absolutas, se colocaron 32.017 unidades, mucho menos que la mitad de las 72.000 de hace un par de años. Desde otro ángulo, dicho acumulado no se veía desde 2010, cuando la población era menor en tamaño, al igual que el ingreso promedio.

Probablemente la crisis sería menos fuerte si al Gobierno no hubiera insistido en introducirle modificaciones a los programas de subsidios existentes, a pesar de las advertencias que recibió en su momento. Aunque posteriormente trató de enmendar la plana, el daño ya estaba hecho, lo cual se traduce en un desplome en el inicio de proyectos.

(Más: Informalidad laboral se resiste a bajar al nivel que necesita la economía).

Mucho anuncio de reactivación, pero ninguna medida concreta”. Así resume el presidente de Camacol, Guillermo Herrera, lo ocurrido hasta la fecha. Y si bien los datos más recientes dan la impresión de que ya se llegó al piso, a este paso la recuperación será muy lenta con lo cual el déficit habitacional seguirá aumentando.

Para colmo de males, este capítulo –que tradicionalmente ha atraído mano de obra no calificada– comienza a recortar personal. Según los datos del Dane, en marzo la reducción de la cantidad de ocupados por la actividad disminuyó en 73.000 individuos.

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Semejante declive ayuda a entender el deterioro que comienza a observarse en el frente laboral. Basta recordar que en los últimos siete meses la tasa de desempleo desestacionalizada ha subido en un punto porcentual y medio a nivel nacional, hasta ubicarse cerca del 11 por ciento.

Menos gente con trabajo equivale a tener otra ráfaga de viento en contra, justo cuando se necesita que la economía colombiana aumente su velocidad. Si a lo anterior se le agrega el desánimo que existe en el sector privado, por cuenta de la actitud antagónica que encuentra en los funcionarios públicos del Presidente de la República hacia abajo, es fácil concluir que seguiremos en un círculo vicioso con ramificaciones adicionales.

(Vea: Casi medio billón para empleo y emprendimiento en regiones acumula polvo en regalías).

Para citar un ejemplo conocido, el escenario fiscal es muy complejo pues las metas de recaudo de la Dian no se han cumplido. Basta constatar que renglones como el IVA o los impuestos a las importaciones están por debajo de lo presupuestado para concluir que la actividad económica enfrenta dificultades. Más temprano que tarde, si Colombia quiere preservar la fama de que maneja responsablemente sus cuentas, el desfase acabará traduciéndose en un recorte del gasto estatal, que a su vez frenará la demanda.

Salir de semejante espiral requiere un análisis franco que debe partir de verdades, por odiosas que sean. Lo primero es que después de haber tenido el mejor desempeño a nivel regional en el periodo de reapertura que siguió a la pandemia, pasamos a estar en la retaguardia de América Latina. El hecho de que las entidades como la Cepal, el Banco Mundial o el Fondo Monetario rebajen sus pronósticos sobre la economía colombiana confirma que estas todavía no detectan que el país vea la luz al final del túnel.

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Acto seguido, hay que insistir en que el Gobierno es clave para que aparezcan retoños verdes en el campo de la producción. No se trata solamente de lo que pueda girar en áreas como la infraestructura o la vivienda, sino de las señales adecuadas para que la inversión tome un nuevo aire.

Sobra decir que una retórica presidencial enfocada en la unión más que en la división sería una señal en la dirección correcta. También serviría mucho que fichas claves del gabinete abandonen el método de la confrontación y busquen la construcción de consensos.

Sin embargo, como eso se asemeja a pensar con el deseo, lo más racional es no esperar milagros el jueves (cuando el Dane dará a conocer el dato de crecimiento) ni en los meses siguientes. Por el contrario, lo que procede es seguir con la guardia arriba, a sabiendas de que el camino no está despejado para la economía, así las tasas de interés a la baja hagan menos dura la pendiente.

RICARDO ÁVILA
Analista sénior
​Especial para EL TIEMPO
​En X: @ravilapinto

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Written by jucebo

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