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ÁNGELES DE LA SEGURIDAD | Una historia de sacrificio y esperanza

ÁNGELES DE LA SEGURIDAD | Una historia de sacrificio y esperanza


Con orgullo soy policía. Cada 24 de diciembre, cuando el aire se llena del aroma a pavo, lechona o sancocho, cuando las luces de Navidad decoran las calles y las familias se reúnen alrededor de la mesa, yo sigo en las calles, en los barrios más peligrosos, donde la violencia y la inseguridad son la constante. Mientras muchos celebran, nosotros seguimos patrullando, sin descanso, porque sabemos que nuestra misión es más importante que cualquier fiesta. Y aunque la Navidad para nosotros no es igual, tiene un propósito muy claro: proteger.

En las zonas donde el peligro acecha, donde cada esquina es un potencial conflicto, las luces de Navidad no son solo adornos, son un faro de esperanza. La gente aquí las ve como un símbolo de que, aunque la oscuridad de la violencia nos rodee, siempre hay algo brillante, algo que nos recuerda que el amor y la solidaridad aún existen. En medio de todo eso, nosotros, los policías, nos convertimos en los verdaderos portadores de esa luz.

Es un sacrificio silencioso. Mientras las familias se abrazan y celebran, nosotros, lejos de nuestras casas, seguimos alerta. Sabemos que nuestra misión es mantener la paz para que otros puedan disfrutar de esa calidez. No importa si no estamos con nuestros hijos, esposas o padres. Ellos nos esperan en casa, pero nos necesitan aquí, patrullando, luchando contra lo que amenaza con romper la armonía. Ellos también hacen su sacrificio, al igual que nosotros, porque entienden que lo que hacemos tiene un propósito más grande.

En las zonas de alto riesgo, no hay grandes cenas familiares ni fiestas llenas de alegría. Pero en cada uno de nosotros, en cada uniforme, hay una pequeña familia: somos compañeros, nos entendemos, nos apoyamos. Un simple regalo improvisado o una palabra de aliento se convierte en el vínculo que nos mantiene unidos, recordándonos por qué lo hacemos. Sabemos que si logramos darles a otros la seguridad para que vivan la Navidad en paz, hemos cumplido con nuestra misión.

Recuerdo a María, la madre de uno de mis compañeros. Ella siempre me habla de su hijo con una mezcla de orgullo y tristeza. “Sé que está haciendo algo importante”, me dice, y aunque el dolor de no tenerlo cerca en estas fechas es palpable en su voz, también lo es su consuelo. “Está trabajando para que otros puedan disfrutar de las fiestas tranquilos”, me dice con la voz entrecortada. Sus palabras son un reflejo del sacrificio que hacemos no solo nosotros, los policías, sino nuestras familias, quienes entienden la importancia de lo que hacemos, incluso cuando no estamos con ellos.

Y sí, aunque la Navidad no sea como la de los demás, también tiene su propia magia. El 24 de diciembre, cuando el bullicio de la ciudad parece calmarse, somos conscientes de que somos nosotros los que mantenemos ese silencio en las calles. Nos enfrentamos a lo desconocido, a lo peligroso, a lo incierto. Pero lo hacemos con una certeza: que nuestra presencia puede hacer la diferencia. Que, aunque estemos lejos de los abrazos y las cenas, estamos protegiendo a aquellos que sí pueden vivir esos momentos de unión.

Es fácil olvidar el sacrificio que hacemos. Es fácil pensar que nuestra labor pasa desapercibida. Pero cuando vemos a las familias reunidas, cuando escuchamos las risas y vemos las luces encendidas en cada rincón, sabemos que el sacrificio ha valido la pena. Porque sabemos que nuestra labor, aunque invisible para muchos, es la que permite que la paz sea una realidad, aunque solo sea por un momento. Y ese momento, ese respiro, es lo que nos impulsa a seguir adelante.

Esta Navidad, mientras disfrutan de la magia de la temporada, recuerden que hay muchos, como nosotros, que estamos lejos de nuestras familias, dando lo mejor de nosotros para que otros puedan celebrar tranquilos. En nuestro sacrificio, en nuestra dedicación, está la verdadera esencia de lo que significa la Navidad: el amor por el prójimo, la entrega incondicional, y la esperanza de que, a pesar de todo, siempre habrá luz, siempre habrá un rayo de esperanza.

Que esta Navidad, el reconocimiento a nuestra labor sea el regalo que más valoremos. Y que por cada sonrisa que brille en estas fiestas, haya un pensamiento de gratitud por aquellos que, en silencio, siguen luchando por un futuro más seguro. A veces, nuestra labor no se ve, pero siempre está presente, guiando el camino hacia la paz. ¡Dios y Patria! ¡Feliz Navidad!

 

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Written by jucebo

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