Recientemente, muchos usuarios de compañías prestadoras de servicios de telecomunicaciones en Bogotá se han quejado por el «mal servicio» de sus operadores de internet y telefonía debido a los inesperados y repetidos cortes en la señal.
No obstante, esta situación, que podría quedarse solo en un tema de mal servicio al cliente, como muchos bogotanos asegura, estaría revelando una problemática delictiva mucho más profundo de lo que aparenta y que se ha ocultado por mucho tiempo debajo del suelo de la capital de la República.
Y es que el crecimiento del mercado ilegal de cobre, de que están hechos los cables que conectan a los hogares con el internet de los proveedores, estaría dejando sin conexión a más del 70 % de los barrios de manera intermitente en intervalos que, ocasionalmente, superan las 12 horas.
Carretilleros, habitantes de calle, recicladores, chatarreros y hasta bandas organizadas están dinamizando un negocio muy rentable basado en el robo y la compraventa de cobre pelado en Bogotá.
Según datos recogidos por EL TIEMPO, solo en el primer trimestre del este año, se habían presentado 42 eventos de robo de cable reportados por Movistar. Dicha vandalización del mobiliario de las telecomunicaciones dejó sin conexión a 695 clientes y representó pérdidas económicas a la compañía, que superaron los 1.632 millones de pesos.
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Según datos de la misma compañía, en 2023 los robos reportados llegaron a 818 y los hogares, empresas, entidades públicas y privadas de todo el tejido económico afectadas fueron 16.654, lo que causa una millonaria pérdidas de más de 9.361 millones de pesos.
Según explicó Andrés Nieto, exsubsecretario de Seguridad de Bogotá y quien estuvo a cargo de coordinar las mesas de trabajo de trabajos con las cabezas de compañías como Claro, ETB, Movistar u Tigo, aseguró que este fenómeno tuvo un crecimiento del 152 % en 2023 y que en la ciudad hay, por lo menos, 17 bandas identificadas que se dedican al robo de cobre.
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Según sus datos, en 2023 se recibieron reportes de 2.400 eventos en toda Bogotá de manera oficial y de todos los operadores de internet, lo que llevó a que se realizaran 50 operativos con un resultado de 410 capturas de individuos por el delito de receptación. De igual manera, se allanaron 83 chatarrerías, de las cuales 10 fueron cerradas por su participación en el negocio ilegal de comercialización de cobre.
De acuerdo con la información oficial entregada por las autoridades, las zonas más afectadas por esta situación en Bogotá son San Cristóbal, Kennedy, Bosa, Puente Aranda, Suba, Teusaquillo, Chapinero, Soacha y la Sabana Occidente.
Uno de los grandes dinamizadores del mercado negro de cobre es la fluctuación que ha tenido el precio de este metal en la balanza internacional. Y es que una tonelada del material se está cotizando entre los 8.000 y los 9.000 dólares. No obstante, el mercado local está lejos de poder percibir estas ganancias porque Colombia no es, en esencia, un país potencia en la producción de esta materia prima.
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Según información oficial, cerca del 80 % de las personas que roban cobre en Bogotá son habitantes de calle, otros porcentajes más pequeños corresponde a personas que suplantan la identidad de los técnicos de las empresas de telecomunicaciones para poder extraer el cable de as recámaras subterráneas por donde viajan las redes de conectividad.
Los expertos aseguran que la clave de este negocio, en un primer nivel de la cadena, no está en la exportación, sino en el mano a mano entre el ladrón, la chatarrera, la fundidora y las empresas que lo comercializan a gran escala.
EL TIEMPO se contactó con tres empresas especializadas en chatarrería que aseguraron no comprar ni comercializar estos productos. No obstante, haciendo un rastreo en la web, se pudieron encontrar avisos clasificados en los que queda en evidencia que el kilo de corte se compra en 32.000 pesos.
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“Compramos a 32.000 pesos el kilo de cobre pelado o quemado. Si viene con caucho, el precio se reduce”, se señala en el aviso. Al contactar con la organización aseguraron que tenían estrictos protocolos para identificar si el material era de procedencia ilegal.
Sin embargo, esta práctica es menos común de lo que se dice, pies el cobre, en su gran mayor, llega pelado u quemado, porque así su valor es mayor y la rentabilidad para el delincuente es más alta, por lo que a los supuestos ‘peritos’ que revisan la procedencia del metal les es casi imposible identidad de donde salió.
PORTAFOLIO
*Con información de EL TIEMPO – BOGOTÁ