‘¿Qué tanto lo necesito?’ Ese es uno de los pensamientos que con más frecuencia suele rondar la mente de alguien que está por adquirir un producto o un servicio. Sin embargo, existen ocasiones en las que la necesidad pasa a un segundo plano.
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En economía existe un término conocido como ‘consumo conspicuo’. Este concepto fue concebido por el economista y sociólogo Thorstein Veblen para explicar el gasto de dinero y la adquisición de bienes de lujo con el único fin de exhibir riqueza.
Veblen señalaba que con este modo de consumo no se buscaba satisfacer las necesidades básicas, sino que su propósito era que el comprador pudiese mostrar su poder económico y su estatus social. En otras palabras, comprar para impresionar a otros.
Para ejemplificar mejor el tema, algunas de las razones que impulsan este comportamiento están asociadas a sentirse más exitoso, sentir temor a decir que ‘no’, querer mostrarse en redes sociales o construir una mejor imagen con base a su nivel socioeconómico.
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Según explica la firma de servicios financieros Skandia, pese a que este concepto fue formulado hace más de un siglo, esta sigue teniendo peso en la actualidad, ya que el tener conciencia sobre las intenciones de gasto puede tener un efecto en la manera en la que se gestionan las finanzas personales.
En ese sentido, señala que, si bien el enfoque de gasto no debe estar siempre puesto en la necesidad, es importante mantener un equilibrio entre esto y comprar por gusto para así evitar caer en malos hábitos financieros como el gastar por impulso.
Por esa misma línea, se hace énfasis en las consecuencias que pueden derivarse el ‘Consumo conspicuo’, incluyendo el sobreendeudamiento, la imposibilidad de crecimiento financiero y las dificultades para cubrir necesidades esenciales.
En ese contexto, la firma recomienda replantearse los hábitos de consumo y el funcionamiento de las finanzas personales con base en la educación financiera y de inversión. Esto con miras a tener un mejor control y manejo de sus ingresos.
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