La noche del 25 de julio de 2005 hombres armados entraron a la finca que cuidaba Aparicio, en Dibulla, Guajira, y se lo llevaron, dejaron sus pertenencias intactas y amarraron a su compañero de trabajo, quien informó a los dueños de la hacienda lo que había pasado. En la zona corrió el rumor de que fue desaparecido porque tuvo inconvenientes con algunos integrantes de los grupos armados al reclamarles por dejar la puerta de la hacienda abierta.
Aparicio había salido hacía cinco años de su resguardo en Tuchín, esperanzado en aumentar sus ingresos y buscando un mejor porvenir para su esposa y sus cuatro hijos. “Era una persona muy importante para la familia. Era un hombre trabajador, responsable, cumplido con la obligación de sus hijos. Él trabajaba como jornalero para poder tener el sustento de su hogar”, cuenta Lucely Castillo, quien era su compañera.
Es poca la información que tienen Lucely y sus hijos sobre Aparicio. En su momento, ella estuvo en Dibulla y dialogó con los dueños de la hacienda, quienes la apoyaron y orientaron para hacer la denuncia. Sin embargo, son más las dudas que las respuestas y la vida de la familia continuó llevando consigo la ausencia de Aparicio.
Recientemente, Lucely y su hijo Jamer, dialogaron con el equipo técnico de la Unidad de Búsqueda en Córdoba solicitando el acompañamiento para la búsqueda de su ser querido. Como parte inicial del proceso, además del diálogo que permite tener información para la investigación humanitaria, se realizó la toma de muestras de ADN con el fin de cotejarlas con el Banco de Perfiles Genéticos de personas desaparecidas administrado por el Instituto Nacional de Medicina Legal para avanzar en la identificación.
“Tenemos la esperanza de encontrarlo, con vida o sin vida. Queremos saber dónde están sus restos y si está con vida sería algo importante para la familia tener esa alegría. Tengo la esperanza en Dios que lo encontraremos”, aseguró Lucely.
Esperanza en la búsqueda
La familia de Jorge Eliécer se acomodó en el sillón rojo de la sala, algunos sonreían mientras otros susurraban entre ellos. Uno de los hermanos tenía en sus manos el sobre de manila con los documentos que evidencian el camino de la búsqueda de Jorge Eliécer. Estaban organizados y sus hojas no delataban el trajín de los 26 años tocando puertas.
Es una familia grande y unida que mantiene intacta la esperanza y esta fue la que los llevó a la Unidad de Búsqueda en Córdoba solicitando apoyo y acompañamiento para encontrar a Jorge Eliécer, quien fue desaparecido el 10 de abril de 1997 en la plaza del corregimiento Jardín, en Cáceres (Antioquia).
La familia de Jorge Eliécer salió del Bajo Cauca en 1988 cuando se recrudeció la violencia en esa región, se trasladaron a Tuchín, Córdoba, de donde es oriunda su mamá, y ahí sembraron raíces. Jorge, sin embargo, se quedó en el Bajo Cauca, era dueño de un terreno en la vereda El Vaquero (Cáceres) y trabajaba en la minería, le iba bien y pese a los riesgos nunca se veía involucrado en conflictos o por lo menos eso sabe su familia.
Como todos vivían en Córdoba procuraron mantener contacto con él, sabían que la situación del Bajo Cauca no era fácil, dado que en los 90’ el dominio que hasta ese momento tenían las guerrillas pasó a manos de los grupos paramilitares y en la lucha por el control del territorio las comunidades quedaron en medio del fuego cruzado. Es así que, según el universo de personas desaparecidas de la Unidad de Búsqueda, entre los años 1995 y 2005, un total de 1.084 personas fueron desaparecidas en la subregión.
En enero de 1997, para las fiestas de fin de año, fue la última vez que vieron a Jorge Eliécer. No habló de amenazas ni de temores, pasó el fin de año en familia. Sin embargo, tres meses después fue desaparecido, a eso de las 6:00 de la tarde del jueves 10 de abril de 1997.
Se lo llevaron en un carro rojo. Estaba sentado en la plaza esperando para jugar el partido, los hombres llegaron y en frente de todos lo golpearon, lo amarraron y lo desaparecieron. Nadie hizo nada, no había información, solo silencio. La familia de Jorge Eliécer lo buscó por 15 días, incluso fueron al kilómetro 12 en Caucasia donde sabían que dejaban a las personas tras asesinarlas. Decidieron ir a la vereda El Vaquero, pero la recomendación fue no entrar. Aún hoy, no han podido entrar.
Esperanzada, la familia de Jorge Eliécer emprende un nuevo camino, esta vez, acompañados de la Unidad de Búsqueda. Siguiendo las etapas de la investigación, sus cinco hermanos participaron del diálogo inicial y posteriormente se realizarán las pruebas de ADN, que permitirá la identificación en el proceso de la búsqueda.
Las acciones en Córdoba
Atendiendo las necesidades de las familias buscadoras y en cumplimiento de su mandato humanitario y extrajudicial, el equipo de la Unidad de Búsqueda en Córdoba se desplaza hasta las viviendas para atender de manera diferencial y bajo el principio de la confidencialidad a las personas que buscan a sus seres queridos. Estas acciones han permitido que en el departamento se hayan realizado a la fecha más de 400 muestras de ADN a través de jornadas lideradas por la UBPD y el Instituto de Medicina Legal, diálogos iniciales y entrevista con fines de identificación forense.
“En 29 de los 30 municipios de Córdoba hay al menos una persona reportada como desaparecida en el marco del conflicto armado. La mayor concentración de casos está en el Alto Sinú y Montería, seguidos del Alto San Jorge, pero la mayor parte del territorio cordobés se ha visto afectado por este flagelo. El departamento reporta personas desaparecidas en el marco del conflicto armado desde finales de la década del 60; sin embargo, la práctica se incrementó considerablemente a mediados de los 80, tendencia que se mantuvo hasta mediados de la década del 2000 y se redujo considerablemente en la década del 2010”, explicó Jessica Sulay Sánchez Mora, coordinadora de la Unidad de Búsqueda en Córdoba.