Poco antes de las 12 del día de ese 1 de junio de 1985 una gigantesca ola amarilla de taxis se movilizó hacia la carrera 16 con calle 34 y de inmediato, las avenidas circunvecinas quedaron atestadas y media hora después, tanto los vehículos que iban hacia el norte como los que se dirigían hacia el sur crearon un caos de incalculables proporciones.
–¿Qué está pasando?, se preguntaron en las oficinas de movilidad de la ciudad.
Situación anormal para un sábado bogotano.
De pronto les llegó la respuesta: “Están dando discos gratis en Olímpica Estéreo”, en Teausaquillo.
Era otra campaña de Olímpica Estéreo, la primera emisora tropical del FM en Bogotá. Con la dirección de Alberto Suárez López y la animación de César Jaimes acapararon la sintonía en unos días.
Alberto, hombre de amplia experiencia radial y además, profesional del mundo de la música, tenía los contactos precisos con los artistas del momento, no sólo de Colombia sino de Venezuela, Puerto Rico, República Dominicana, Panamá, México y España.
Con este puesto como director de Olímpica lo llamaron también los ejecutivos de las casas disqueras, los directores de orquestas y conjuntos vallenatos del país lo buscaban para mostrarles sus productos.
El inolvidable Jorge Oñate, por ejemplo, sabía que al “gordo” Suárez le fascinaban las almojábanas de La Paz, en el Cesar y entonces cuando viajaba a Bogotá le llevaba una bolsa repleta con esos manjares.
Alberto sabía cuál era el gusto de los habitantes de la capital. En esos momentos había casi medio millón de costeños, un millón de boyacenses, otro tanto de antioqueños, una colonia gigante de vallecaucanos y así de distintas regiones. Comprendió entonces que era necesario hacer una mezcla entre vallenato, salsa, tropical y el merengue dominicano que en esos años estaban en furor en el Caribe.
Alberto ingresó al mundo de la música muy joven, casi de niño. Trabajó en los estudios en Barranquilla, en discos Tropical, cuando grabaron la mítica “Pollera colorá”. Él fue uno de los primeros impulsores de la legendaria cumbia. Luego estuvo por tierras boyacenses y el frío lo llevó a Bogotá donde departió con los primeros conjuntos vallenatos que había en la capital como “Los Universitarios” con los maestros Pedro García y Pablo López. Además conoció a las jóvenes promesas Poncho y Emiliano Zuleta, entre otros.
Cuando ingresó a CBS propuso las primeras grabaciones de Los Hermanos Zuleta, de Jorge Oñate y una veintena de talentosos intérpretes de música costeña con acordeón.
Alberto fue quien bautizó a Gladys Caldas –la más talentosa cantante de baladas de esos años—como Claudia de Colombia.
Decenas de figuras nacionales e internacionales tuvieron trabajo gracias a las genialidades de Alberto. Julio Iglesias, Miguel Bosé, Roberto Carlos, Piero, Leonardo Favio, Leo Dan, Sandro, Lolita y decenas más, fueron promocionados por este genio de la mercadotecnia. Uno de ellos, muy agradecido, manifestó en “El Show de las Estrellas”, que gracias a su labor fue conocido en Colombia y lo invitó a la tarima. El charro Vicente Fernández le entregó ese día uno de los inolvidables abrazos al hombre que sabía cómo hacer sonar las canciones.
La familia Char lo seleccionó entonces como director de Olímpica Estéreo en Bogotá y pronto sonó la promoción de “Se metioooo” que era un grito de Luis Arias que se escuchaba en todos los rincones de la ciudad. La sintonía fue total.
Un día decidió presentar “Las 20 latinas”, un espacio sabatino que reunía los 20 éxitos del momento, en un horario de las 12 del día hasta las dos de la tarde. Alberto no imaginó el impacto que tendría en los seguidores de la música bailable. El mismísimo Guarino Caicedo, periodista de grata recordación por su impecable redacción escribió una nota en Elenco –la revista de televisión y espectáculos de El Tiempo—redactó una reseña de los sucesos del 1 de junio de 1985.
“El programa presentó los 20 grandes éxitos del momento tomados de un extenso listado de las llamadas de miles de oyentes. El espacio contó con entrevistas de artistas nacionales presenciales y los internacionales a través de llamadas telefónicas, se desarrollaron concursos, entregaron premios con la participación y asistencias de los oyentes que llegaron a la emisora para responder las preguntas de Alberto y César”, reseñó Guarino.
Ese día, el recuento comenzó con la casilla 19 y poco a poco fue ascendiendo hasta el primer lugar que lo obtuvo “El Jardinero” de Wilfrido Vargas. Las llamadas colapsaron las líneas.
En talleres, almacenes, restaurantes, taxis, buses del servicio públicos, en las salas de las casas siguieron el programa que ha sido uno de los más sintonizados en la historia de la radio de Colombia.
Han pasado 39 años. Alberto, en un mullido sillón de una cafetería al norte de Bogotá, sonríe y recuerda todo el escándalo de ese día. Los agentes de la policía le pedían que dejara de repartir premios, las amas de casa seguían llamando, decenas de personas fueron hasta la emisora. Las agrupaciones buscaban cómo quedar en tan privilegiado listado.
Fue un hecho sin precedentes.
A unos pasos de la sede, unos niños vieron todo el suceso desde la puerta de su casa. Años después, en el garaje de su residencia crearon la mítica “La 33”.
Por Guillermo Romero Salamanca