Hilda se aferró a lo único que pudo. Pidió que juntaran en orden los huesos de su hermano hasta formar su esqueleto, y cuando lo tuvo en frente se acercó, lo acarició y le habló. Le dijo que no se preocupara. Que descansara en paz. Que ya había asimilado que no lo tenía pero estaba en su corazón. Le dijo que nunca, nunca lo iba a olvidar.
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Ella misma volvió a poner cada uno de los huesos…