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Esto ocurre en la vereda Avendaños del municipio de Sotaquirá (Boyacá), al centro del departamento.
Parece increíble que la historia de 25 niños y al menos 40 familias de esta zona rural, se registre precisamente en pleno 2022.
La vereda no tiene cómo comunicarse por vía terrestre de manera digna, pues no hay infraestructura vial que soporte el paso del vehículos.
A lomo de mula hacen lo que pueden, pero en temporadas como esta, con fuertes lluvias, las cosas se complican.
Actualmente a punta de enlatados, los niños tienen que complementar su plan alimentario escolar, pues no hay de otra, juegan en canchas improvisadas con palos de escoba, no llevan uniforme pues tienen que vestir de botas de caucho para soportar el paso por las trochas, se abrigan con viejas ruanas heredadas de sus padres o hermanos mayores, se cubren del sol con cachuchas que también pasan de generación en generación, y conviven en un mismo salón, niños desde el preescolar hasta el quinto de primaria, desde los 5 hasta los 11 años de edad, y luego de eso, es difícil que los niños continúen sus estudios, pues las oportunidades son pocas.
Muchos migran a Santander o a otros municipios más grandes, recogen café o laboran al jornal, y ahí para muchos, muere la escolaridad.
Esta realidad calcada, la sufren estos pequeños, y su portavoz, es la profesora Martha Martínez, la docente de la institución educativa oficial de la vereda Avendaños, de 42 años, que vive en la escuela de lunes a viernes, incomunicada pues en la vereda no entra señal, e intentando despertar en sus alumnos el amor y la esperanza por la educación como el camino a la transformación social.
“Realmente es muy difícil, doloroso y frustante a veces, ver las condiciones precarias en las que tenemos que intentar garantizarles la educación a nuestros pequeños, a punta de guías, sin conectividad a internet porque en esta zona es imposible tener conexión en pleno 2022, y sobre todo, con infraestructura muy deteriorada y rustica para enseñarles”, explicó la profesora licenciada en pedagogía de la Universidad UPTC, quien asombrada cuenta lo que sucede en su propio municipio.
Agregó que “tenemos niños que ni siquiera conocen el pueblo de Sotaquirá porque es demasiado difícil hacer esa travesía. Nos toca muy duro, pero intentamos hacer lo que podemos, muchos de los talentos de las nuevas generaciones del campo se están quedando enterradas como mano de obra, sin oportunidades para seguirse educando, y esto, tiene que llamar la atención de las autoridades que tengan en sus manos, cambiar la cara y las oportunidades para estos pequeños, quienes sobreviven en estas veredas, donde el servicio de luz escasea y donde las condiciones para vivir y para estudiar, no parecieran propias de esta época, sino de tiempos difíciles antiguos”.
Las autoridades buscan también intervenir la zona desde lo que se pueda, y esa es la sombría realidad calcada de muchos de nuestros lugares más alejados en Colombia.