El capitán Humberto Alvarino hizo sonar la sirena y zarpó de Barrancabermeja en el carguero Medellín a su último viaje por el río Magdalena.
Era una mañana de junio. La popa dejaba lentamente atrás las teas encendidas de la refinería de Ecopetrol y más allá el puerto, que no era el mismo de sus tiempos de juventud. Estaba desolado. Las pocas cantinas no amanecían abiertas y las prostitutas francesas hacía mucho se habían ido.
Partió con nostalgia pues había pasado más de la…