Los más de 24.000 habitantes de Juan de Acosta, en el noroccidente del Atlántico, recibieron el pasado 19 de octubre una alerta del alcalde de esa población Carlos Higgins Villanueva: el cementerio del pueblo, el ‘Morada de paz’, “no tiene espacio para recibir un muerto más”.
En el camposanto, levantado hace casi un siglo, con el pasar de los años quedó en una zona urbanizada.
Hoy hay más de 600 tumbas, la mayoría con más de dos cuerpos y las hay hasta con 12 cuerpos.
La alerta la confirma el administrador del Cementerio Jorge Molina Arteta.
“La verdad es que el pueblo está grande, el cementerio quedó pequeño, no cabe un muerto más. Sinceramente, las bóvedas que hay son de familias tradicionales y ya las ocupan ellos”, señaló.
Advierte que en el pueblo “hay muchas personas que no tienen donde meter a sus seres queridos”.
El cementerio tiene el 95 por ciento de su ocupación.
En Juan de Acosta “si se muere una persona que no tenga, no sé cómo vamos a hacer. Tocará meterlos en las que tienen (tumbas), y eso es un problema”.
“Si se muere un costero y el familiar tiene donde meterlo, pero si es un venezolano que no tiene, hay que pensar qué hacer con ellos”, declaró.
En el ‘Morada de paz’, quienes tienen bóvedas saben que pueden subirlas hasta en cinco cupos. El que tenga dos cuerpos puede subir tres más.
Una de las causas de esta situación es el impacto del Covid-19 entre los habitantes de Juan de Acosta.
Estima el administrador del cementerio que fueron unas 40 las personas residentes en ese municipio las que murieron como consecuencia de la pandemia.
“Aquí fallecieron muchas personas, sobre todo jóvenes y adultos mayores”, dijo.
Gustavo Villanueva, un líder de esa población, califica de lamentable la situación que se presenta en el pueblo.
“Prohibido morirse hoy en Juan de Acosta porque no hay donde enterrarlos”, señala.