Se levanta el sol en Necoclí y en las tiendas locales de abarrotes y variedades se forman largas filas de migrantes que buscan comida y artículos de supervivencia para cruzar el Darién. Los migrantes chinos, cargados de dólares, se llevan casi todo. No se cuestionan los precios, solo pagan en efectivo o pasan sus tarjetas de crédito por el datáfono; al otro lado los venezolanos cuentan con recelo sus billetes arrugados.
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