Un día, rumbo a su casa en Barranquilla, sentado en la parte delantera de un bus urbano de la línea Prado-Boston, Gustavo Vásquez escuchó una conversación que despertó su condición natural de reportero gráfico periodístico.
Dos muchachas, sentadas delante de él, hablaban de una embarcación que había estado cargada de armas antes de ser capturada por las autoridades militares.
(Le puede interesar: