No es coincidencia que su nombre, Bab el Mandeb, signifique en árabe “la puerta de las lágrimas” o “la puerta del dolor”.
Este alude a los peligros -desde corrientes y vientos hasta piratería y conflictos- que durante milenios han aguardado a los navegantes que transitan por la entrada al mar Rojo desde el océano Índico entre Yemen, Yibuti y Eritrea.
Unos peligros que a día de hoy se han puesto más de relevancia que nunca.
El estrecho de Mandeb es foco de actualidad por los ataques armados de milicianos hutíes de Yemen contra embarcaciones de diversos países en una de las rutas más concurridas del comercio internacional.
Como respuesta, EE.UU. y Reino Unido bombardearon varias zonas controladas por los hutíes, insurgentes islamistas radicales de mayoría chiíta que luchan por hacerse con el poder en la guerra civil en curso en Yemen.
Así, el estrecho de Mandeb se ha convertido en un escenario de conflicto internacional.
Pero, ¿cómo es este lugar y cuál es su importancia comercial y geopolítica?
Primero, vamos a repasar la historia de este importante corredor marítimo.
Con 115 kilómetros de longitud, el estrecho de Bab el Mandeb conecta el mar Rojo con el golfo de Adén.
Tiene 36 kilómetros de ancho en su parte más angosta, donde se encuentra la isla de Perim, que divide al estrecho en dos canales con corrientes opuestas.
Esta franja de agua ha ocupado un lugar crucial en el comercio, la cultura y también en los conflictos durante gran parte de la historia de la civilización humana.
Ya desde el antiguo Egipto se reconocía su valor comercial con expediciones en busca de preciados bienes como incienso, oro y animales exóticos, mientras los romanos dependían de este pasaje para comerciar con la India y Oriente.
Y a partir de la Edad Media, el estrecho de Bab el Mandeb se consolidó como una importante ruta de comercio de especias, textiles y otros productos, enriqueciendo a los imperios de la época y más tarde a las potencias europeas como Portugal, España y más tarde el Imperio británico en sus trayectos hacia la India y las Indias Orientales.
Sin embargo, fue la apertura del Canal de Suez en 1869 lo que convirtió a Bab el Mandeb en un paso imprescindible para completar la ruta marítima más corta entre Europa y Asia.
La importancia geopolítica del estrecho de Mandeb se ha puesto de manifiesto debido a su proximidad a zonas de conflicto como Yemen, país inmerso en una guerra civil.
Estos conflictos, unidos a las actividades de los piratas en la región, explican la presencia militar de las potencias mundiales, sobre todo Estados Unidos, y sus contundentes respuestas ante acciones que pongan en peligro el tráfico marítimo en la zona.
El corredor del mar Rojo es uno de los más transitados del mundo, por el que circula aproximadamente una cuarta parte de todo el comercio marítimo del planeta.
Entre las miles de millones de toneladas de carga que atraviesan esta ruta, cada día pasan unos 4,5 millones de barriles de petróleo con origen en los países de Oriente Medio y Asia y destino a Occidente, según la Administración de Información de Energía de Estados Unidos.
Además, el 8% de los cargamentos mundiales de gas natural licuado (GNL) transitaron el año pasado por este estrecho, por lo que es una arteria vital para el suministro mundial de energía.
De hecho, los incidentes en Bab el Mandeb tienen efectos inmediatos en los precios mundiales de estos vitales recursos.
Entre el miércoles y este viernes el barril de petróleo Brent llegó a subir un 5% hasta rebasar los US$80, en lo que expertos atribuyeron a las tensiones en el mar Rojo que obligaron a muchos buques petroleros a desviar su ruta, con la consiguiente demora en las entregas y el aumento de costos.
Y, más allá del crudo y el gas, el estrecho de Mandeb forma parte de la principal ruta entre Oriente y Occidente, con varias decenas de cargueros atravesando sus aguas cada día.
Muchos de ellos también decidieron desviar sus trayectos entre el océano Índico y Occidente a través de la mucho más larga ruta alrededor del Cabo de Buena Esperanza en el extremo sur de África,
Esta añade miles de kilómetros a los viajes, aumentando los costos y retrasando las entregas de componentes vitales para la cadena de fabricación de productos y de bienes de consumo.
En las últimas semanas, el precio de mover un contenedor desde el Este de Asia al norte de Europa prácticamente se triplicó.
No es la primera vez que un incidente en esta zona afecta al tráfico marítimo y genera implicaciones importantes para el comercio mundial.
Por ejemplo, en 2021 el portacontenedores Ever Given, con bandera panameña, encalló en el Canal de Suez, lo que provocó una obstrucción en el corredor y generó cuellos de botella en las cadenas de suministro globales, con aumentos de costes y retrasos en la entrega de petróleo y productos de todo tipo.
Antes, especialmente entre 2008 y 2012, el estrecho de Bab el Mandeb y sus alrededores fueron escenario de numerosos ataques de piratas, en su mayoría procedentes de Somalia, que secuestraban a la tripulación de los buques para exigir dinero a cambio de su liberación, lo que ya llevó a la comunidad internacional, así como a las navieras, a reforzar la seguridad.
Más de una década después, la principal amenaza en el estrecho viene del extremo opuesto, con los ataques de los rebeldes hutíes.
Estos han justificado sus ataques en el estrecho de Mandeb y en el mar Rojo como una respuesta a la guerra de Israel contra Hamás en la Franja de Gaza.
Aseguran que sus ofensivas con drones y misiles tienen como objetivo embarcaciones de Israel o con destino a este país.
Sin embargo, en la práctica los ataques están afectando a todo tipo de buques que en la mayoría de casos no tienen vinculación alguna con Israel y se dirigen a otros países.
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