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El museo cuenta con 14 ambientes característicos de las viviendas caribeñas de la primera mitad del siglo XX y los nombres de cada uno de los espacios fueron autorizados en vida por ‘Gabo’.
“Gabo te mandó de Estocolmo un montón de cosas muy lindas, una mariposa amarilla y unos pescaditos de oro”.
En 1983 un año después que Aracataca conociera que Gabriel García Márquez, nacido en esa tierra se había hecho con el premio Nobel de Literatura, Rafael Escalona compuso una canción que llevaran a los estudios Los Hermanos Zuleta: El Vallenato Nobel.
Parte de la canción se refiere a unos versos que un enamorado le canta a su novia, y le recuerda los regalos que desde Estocolmo, lugar donde fue premiado el Nobel, le envía mariposas amarillas y pescaditos de oro, haciendo referencia a hechos de Cien Años de Soledad.
Así como Rafael Escalona se inspiró para decirle a su enamorada que le traía de parte de Gabo un perfume desconocido con olor a guayaba, el señor Juan Iriarte también le cantó a su hija Caridad y a su esposa del mismo nombre, una canción que quedaría inmortalizada como la canción del Nobel.
La señora Caridad del Socorro Mejía Rodríguez, asegura que su hija nació el mismo año en el que ‘Gabo’ ganó el premio, una bonita casualidad para una vecina de la Casa Museo que dice haber residido en la vivienda, antes que el gobierno la adquiriera e hiciera su primera transformación.
“Ahí nacieron mis hijos, esa casa se nos cayó encima y esposo vendió todo lo que teníamos antes de mudarnos para acá (al lado), que esta si es la casa de mis padres”, manifestó Caridad.
No se sabe con claridad si son aquellos que en el libro Vivir Para Contarla, la autobiografía de Gabo, residían en la casa cuando junto con su mamá Luisa Santiaga, llegaron hasta a Aracataca a hacer un negocio por un inmueble en ruinas: («Soy tu madre. Vengo a pedirte el favor de que me acompañes a vender la casa”).
Doña Caridad reside en una enrome casona antigua, ubicada al lado del Museo de Gabriel García Márquez, en la terraza tiene un puesto de artesanías, en el que las mariposas amarillas, los pescaditos de oro, las gorras, las mochilas arhuacas y recuerdos como prendedores, jaritas y casitas de madera, hacen parte del inventario de su sustento diario.
En su casa también vende chicha, Coca Cola, Postobón, Vive 100; Speed, deditos de queso, pan, café y queso a $10 mil que se lo llevan de la Zona Bananera, “el queso allá está barato y bajito en sal”.
Asegura que no vende cerveza porque no está para aguantar borrachos, pero a veces pasa uno que otro tarareando una letra, “son los Hermanos Zuleta, esa canción habla de Estocolmo, de las mariposas de Mauricio Babilonia, de las que yo vendo acá”, explica la mujer de la tercera edad con una sonrisa coqueta, al recordar a su fallecido esposo.
Asegura que toda su buena suerte y lo bien que le va con su tienda y los recuerditos, se los debe a Gabriel García Márquez, “muchos dicen que no le dejó nada al pueblo, pero acá si no hubiese existido Gabriel, se podía morir un payaso de tristeza”.
Lo que si es que aconseja la señora Caridad a los novios, los invita a comprar maripositas, pescaditos dorados, y otros recuerditos: “cántenle el vallenato nobel, dígale a la novia que fue Gabo el que mandó de Estocolmo esas cositas bellas, una mariposa amarilla, y unos pescaditos de oro”, exclama e
entre risas.
La casa museo
Rescatada de las ruinas en la década del 80, la casa de los abuelos, donde Gabo nació el 6 de marzo de 1927, fue reconstruida en base a los estudios aprobados por el escritor y su familia, y en 1996 el Gobierno la declaró Monumento Nacional.
Desde 2010 la propiedad es administrada por la Universidad del Magdalena y forma parte del conjunto patrimonial que incluye también la Casa del Telegrafista, donde trabajó su padre Gabriel Eligio García; la Iglesia de San José, en la que fue bautizado Gabo; y la Estación del Tren, tan presente en su obra.
Recorrer la Casa Museo es dejarse llevar por las reminiscencias de su obra, en especial de Cien años de soledad y de sus memorias en Vivir para contarla.
El visitante accede por el Corredor de las Begonias y a partir de allí se encuentra con las diferentes estancias, como el Cuarto de los Abuelos, la Sala de Recibo, el Taller de Platería, la Sala de Visitas, la Cocina y su Despensa, el Comedor, el Cuarto de Sara Emilia, el Cuarto de Hospital, la Oficina del Abuelo y el Cuarto de los Trastos.
En mitad del corredor está el Cuarto de Gabo Niño, una habitación sencilla, decorada con imágenes religiosas que parecen custodiar desde las paredes una cuna y una cama metálicas.
Fue en ese lugar donde, según la descripción de la habitación, «se grabaron las primeras sensaciones y emociones de su infancia: el afecto de su abuela, los olores de la casa, las voces de los seres queridos que lo rodeaban».
Según sus datos, antes de la pandemia, la Casa Museo recibió en un año cerca de 23.000 visitantes y el año pasado fueron casi 25.000. Entre los extranjeros, los más numerosos son los argentinos, seguidos de los mexicanos, españoles y chilenos.
Por
ANDRÉS
GARCÍA CASTAÑO
@Andyjgarciajc