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Las acciones de la Hermana Silvia para recuperar el caño ‘Motobomba’

Las acciones de la Hermana Silvia para recuperar el caño ‘Motobomba’

En marzo del año pasado la Hermana Silvia Aristizábal López regresó a la ciudad de Inírida, y la impresionó el deterioro y la contaminación ambiental que a simple vista se observa en algunos lugares del municipio. Una década atrás la misionera había estado en Guainía y la situación no era tan dramática, por eso, lo primero en que pensó al pararse junto al caño ‘Motobomba’ fue, “Dios mío, hay que hacer algo”.

Con la seguridad de quien ha recorrido el lugar muchas veces, la Hermana Silvia, quien pertenece a la congregación de las Misioneras de Santa Teresita del Niño Jesús, dice que “por todo lado hay contaminación, hay como dos alcantarillas que caen ahí […]  aguas residuales que caen en el humedal y siguen cayendo”. Hoy por hoy, la Hermana Silvia es una de las principales defensoras de este afluente, y en general, del medio ambiente en el Municipio de Inírida.

El caño ‘Motobomba’ es una pequeña quebrada de al menos un kilómetro y medio de longitud, que nace en el barrio Libertadores y desemboca en el río Inírida. Según la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y Oriente Amazónico (CDA), esa microcuenca fue declarada área de preservación y homologada como área de recreación dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas.

En la década de los 80 de ese afluente se captaba el agua que llegaba a los hogares de los iniridenses. En palabras de los habitantes que han residido toda su vida, o la mayor parte de ella, en la capital del Guainía, el caño ‘Motobomba’ era limpio y cristalino. A mediados de los noventa estudios reflejaron la contaminación de la quebrada, por lo que la captación de agua se trasladó al río Inírida.

“En 1982 el caño Motobomba era un caño que fluía constantemente de agua cristalina, la vegetación era frondosa, su arena era blanca y se veía brillar desde la superficie, este caño lo usábamos para lavar nuestra ropa y las sábanas, nunca vimos que el agua curtiera nuestras prendas”, recuerda la señora Conchita Páez. “Era un lugar que usábamos para el goce de nosotros cuando éramos niños, nos andábamos el caño hasta el barrio Los Libertadores, andando por la selva y los charcos que se formaban”.

Pero la belleza y encanto del caño ‘Motobomba’ se fue desvaneciendo con el paso del tiempo. La urbanización en sus inmediaciones contribuyó ampliamente a su contaminación. Así lo relata doña Conchita: “entrando la década de los 90 se comienzan a invadir estos predios que colindan con el caño Motobomba, es ahí donde se comienza el deterioro de este espejo de agua, debido a estas invasiones y mal uso que se les daba a las aguas residuales y residuos sólidos. Nuestro caño fue perdiendo su encanto hasta convertirse en un sumidero de aguas servidas y basuras por doquier. En las temporadas de invierno vemos cómo se desbordaba el caño inundando las calles de aguas servidas”.

A través de una publicación de Facebook, el pasado 13 de abril, la CDA reconoció el lamentable estado de la microcuenca. “Durante la visita realizada, se lograron evidenciar alteraciones provocadas por la descarga de aguas residuales del sistema de alcantarillado municipal ocasionando así malos olores, acumulación de sedimentos, cambios en el color del agua (a) causa de la degradación del ecosistema acuático de la microcuenca”. La entidad precisó que adelantan una investigación para determinar responsables frente al desastre ambiental.

Año tras años los habitantes de Inírida ven con esa fuente de vida, el caño Motobomba, se marchita por la falta de conciencia ambiental que hay en la región, y por la, hasta ahora, ausencia de autoridades civiles y de policía que velen por su conservación. 

Una acción popular

La Hermana Silvia regresó a Inírida el 6 de marzo de 2022. Hacía una década no pisaba las tierras de la ‘Princesa Inírida’, en las que había vivido por dos años. “Me impresioné inmensamente por la alta contaminación que se ha venido generando año tras año”, dijo.

Pero como la misionera se define como una persona “contemplativa en la acción” (no solamente orar sino realizar acciones concretas en pro de determinada situación), la Hermana Silvia se planteó la generación de conciencia ciudadana frente al cuidado ambiental.

Por eso, 20 días después de haber llegado a la capital del Guainía, el 27 de marzo del 2022, la misionera realizó una jornada de limpieza con un grupo de jóvenes (y sus padres de familia) que se preparaban para hacer la confirmación. Como resultado, los participantes de la actividad evidenciaron alta contaminación con plásticos, botellas, animales muertos que son tirados en el lugar, pañales y otros desechos. 

“En un espacio pequeño pudimos recolectar 4 bolsas de basura, las cuales estuvieron ahí durante 3 días. La policía ambiental no prestó el servicio porque tenía el carro dañado y no estaban disponibles ese día. Por su parte el señor Héctor Tejada, asambleísta, a través de la oficina (de) Gestión de Riesgo colaboró botando la basura, después de mucho insistir”, detalló la misionera en un documento que sustenta una acción popular que interpuso ante el Tribunal Administrativo de Villavicencio.

Luego, durante ese primer semestre del año anterior, la Hermana Silvia empezó a requerir a las entidades, a través de derechos de petición, para conocer qué acciones se estaban realizando en pro de la conservación del caño Motobomba. Pero como las respuestas no llegaban, o llegaban incompletas, la misionera decidió imponer una acción popular ante el Tribunal Administrativo de Villavicencio en contra de la CDA, la Alcaldía de Inírida y la Gobernación del Guainía.

Las pretensiones de la acción judicial son, que se ordene la protección de los derechos colectivos al goce de un medio ambiente sano, seguridad y salubridad pública, vulnerados por las autoridades accionadas; que se realice el cerramiento del caño ‘Motobomba’ con árboles como el moriche, que permita resolver de fondo la contaminación ambiental del afluente; que se realice la implementación de una política pública que se compadezca con la riqueza hídrica del departamento del Guainía, en especial a la protección de los lugares de importancia para este tema en el Municipio de Inírida; y que se ordene la realización de las obras respectivas tendientes al restablecimiento del cauce del nacedero de agua ubicado en el caño ‘Motobomba’.

El proceso judicial avanza a buen ritmo en los juzgados de Villavicencio, pero falta algún tiempo para que se conozca la decisión de la juez que lleva el caso. Independientemente del resultado, la Hermana Silvia ha dado un pequeño paso para dejar por sentado que la conservación ambiental en Inírida, ha ido por mal camino.

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Written by jucebo

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