Son las 6:30 de la tarde. El patio gigante de una casa en el barrio 20 de Julio, de Soledad, (Atlántico) se transforma en una tarima. Los árboles de mango, níspero y las matas de guineo complementan el escenario. Todos en posición para dar rienda suelta a sus cuerpos.
Las risas, las muecas y la rebeldía van apareciendo al compás del sonido de una tambora y un tambor llamador. Al fondo se escuchan las palmas que son golpeadas por un grupo de padres de familia que acompañan a sus hijos…