El coronel Aldana pensó que había sido un crimen perfecto. Se deshizo del cadáver, después de cortarlo en más de 50 pedazos y tirarlo por unos 22 kilómetros de vía a las afueras de Ibagué. Lavó dos veces la camioneta en la que se desplazó, botó la ropa de su esposa, Erika Cecilia Yeneris, y dijo que ella se había ido con otro hombre para Medellín.
¿Quién iba a dudar de que no era así? ¿Quién iba a pensar que el coronel Joaquín Aldana, uno de los duros de la Policía de…
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