El caso de la energía eólica cuyo inicio tuvo su comienzo esta semana con la llegada de las primeras gigantescas piezas de las infraestructuras que modificarán la geografía regional, se ha convertido en un tema de alto voltaje para los wayuu y el estado colombiano representados en la gobernación y las alcaldías de la zona de influencia del parque energético.
Se estima que al menos 65 parques eólicos funcionarán en el 2031 en la parte más septentrional de Colombia, la Alta Guajira y parte de la zona media de esta región. Más de 600 comunidades étnicas serán impactadas por los 2.600 generadores que serán instalados en el 98 % del territorio wayuu.
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El experto señala que la transformación energética del país, podría convertirse en declive de todo un pueblo.
Jouktai significa viento en el idioma de los wayuu, pero este vocablo también encarna un principio que ha venido acompañando al pueblo desde que se originó la vida en su territorio ancestral.
Jepirrashi, entre tanto, quiere decir brisa distinta del norte y jemetwakay significa nace el sol.
Las multinacionales usan estas tres palabras de la etnia wayuu para iluminar los parques eólicos que en unos años terminarán por cubrir el paisaje natural de la alta y media Guajira.
Según el investigador sobre el tema, el docente Juan Carlos Parodi, la topografía regional habrá cambiado radicalmente si se construyen los 65 parques eólicos planeados.
Estos parques, aseguran los indagadores, pondrán en peligro de extinción la pervivencia cultural y la supervivencia física del pueblo wayuu.
Ya se sabe, que asociaciones de derechos humanos, han advertido al estado colombiano para que se reorienten las negociaciones para que estos proyectos se conviertan en oportunidades y no en una trampa de pobreza igual o peor que la que se vivió con la exploración.
En La Guajira han venido muchas empresas a explotar nuestros minerales desde las trituradoras de piedra, gas, sal y carbón que solo dejan una que otra obra.