¿Qué tienen en común las enfermeras que trabajan en los hospitales de Zimbabue, los operadores de trenes en Gran Bretaña, los indígenas ecuatorianos, los camioneros de Corea del Sur o decenas de miles de ciudadanos iraníes que marcharon en la calle hace un par de semanas? Todos, sin excepción, han salido a protestar o cesaron sus actividades temporalmente para quejarse del costo de vida en sus respectivos países.
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