Los conflictos armados, no importa su intensidad y duración, siempre traen ruina, destrucción, desolación y muerte. Se sabe cuando comienzan, pero no cuando terminan con certeza, pues sus secuelas tardan décadas en borrarse de la memoria de quienes los padecen, más cuando la realidad a la que deben enfrentarse luego, se encarga de recordarles día a día esa tragedia vivida.
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