Por: Stephania Mendoza Pinedo.
Una reminiscencia es un recuerdo casi olvidado, el último suspiro de la memoria que llega a revivir un pasado tan lejano que parece apartado de la realidad. Y, como un jadeo agónico se presenta como un episodio de iluminación o lucidez antes de desvanecerse en la muerte del olvido, peor, de la indiferencia y la indolencia que caracterizan estos tiempos. Así pues, como cualquier enfermedad terminal que degenera cualquier signo de vitalidad en un ser humano el distrito de Riohacha vivió una época de corrientes de cultura, comercio, cantos, poesía, música y cine, la Tierra del Río también tuvo sus gloriosos años veinte.
En el año de 1922 Riohacha contaba con un poco más de once mil habitantes, tenían un modo de vida sustentado en el comercio, ilegal o de contrabando, ingresado por el poblado de Pancho o San Antonio en donde se desarrollaba, se vendía y compraba la mercancía. Dado que la Comisaría especial de La Guajira y la aduna de Riohacha poco o nada podían hacer, el furor comercial se concentraba en el barrio Arriba que en ese entonces era el sector céntrico de la ciudad. Los habitantes del distrito de esa época se esforzaban por mantener un ambiente de cordialidad, de respeto, de cuidado y de mantenimiento con lo que concebían como propio. En este contexto, la desembocadura del río en el mar era consentido por el vecindario, quienes quitaban sus sedimentos; se instauró una escuela de música por parte de la familia española de apellido Aljarín quienes dictaban clases de solfeo y se desarrollaron los cantos a Riohacha.
Entre los desarrollos artísticos, tecnológicos y culturales, la llegada del cine marcó la manera en que las personas se distraían, y transformó la dinámica comunitaria, visible en el comportamiento y las costumbres adquiridas. A mediados de los años treinta un cinematógrafo vino a sumar en la vida de los habitantes del distrito con la inauguración de una sala de cine que tuvo el nombre de Argel ubicado entre las carreras 7 y 8, tal salón se estrenó por parte de un antioqueño que se conocía con el nombre de Ramoncito o El Cómico.
Época de oro, entre la comunión y el intersticio.
Ya sea por la magia causada por el azar y el destino, o por el constante apremio por el desarrollo a partir de la imitación del estilo y las tecnologías de otros lugares del mundo, se incorporaron reflexiones y corrientes que volvimos propios, originando un mestizaje cultural, social e inédito. Es así como después de un largo viaje de trabajo por Venezuela y Aruba regresó el señor Emilio Alejandro Brujés Peñaranda, protagonista en la fundación del teatro Argelia ubicado sobre la carrera 6 de Riohacha e inaugurado en el año 1954.
Tal teatro tenía el estilo arquitectónico republicano, que con un solo piso y sin tarima, sirvió como sala de cine en el que se proyectaban películas en una única función durante el día debido a la ausencia de techo, así lo narra la hija de Emilio, la señora Arley Brujés. También, con aura de juventud y sagacidad, las señoras Nohelia y Rosa Mejia Guerra refieren sus años de adolescencia en la venta de las boletas y la publicidad que se hacía en el comienzo de cada función.
Por un lado, la publicidad comercial se hacía antes de iniciar con la película, con el proyector y una foto del producto o servicio se anunciaba al público. Por otro lado, la cartelera de cine se promocionaba con días de antelación de tres formas características, la primera era por medio de un megáfono, un personaje caminaba por las calles exponiendo la función vespertina; la segunda, haciendo uso de los burritos, una especie de tablero de papel y con dos bases que se colocaban en las puertas o en la parcela del cine; la tercera era por medio de las tradicionales carteleras hechas por un joven de apellido Vega, hijo del señor Escanio.
Si bien el teatro Argelia cierra en el año de 1967 sus instalaciones continúan para hacer presentaciones y eventos, bailes de salón y de disfraces fueron algunos ejemplos, sus sillas pasaron al teatro Aurora y se formó la empresa Cines Unidos.
Nicolás Demetrio Abuchaibe fue un empresario palestino que se puso al servicio de la comunidad y trajo el modernismo tecnológico a la ciudad de Riohacha. Proporcionó energía eléctrica, estableció una planta de hielo y posteriormente en el año 1938 diseñó y construyó el teatro Aurora, nombrado de este modo en honor a una de sus hijas, teatro inaugurado el dos de febrero de 1940.
Según el arquitecto Germán Ayarza es un teatro en forma de medio circulo con arquitectura tipo Art Decó al aire libre. El estilo Art Decó es un movimiento estético que utiliza elementos geométricos y elementos decorativos como las curvas, las líneas rectas, los círculos y el zigzag.
Conforme a los testimonios de Nahún Cortes Flórez, Wilder Guerra Curvelo y Rubén Magdaniel en el teatro Aurora se presentaron artistas como Daniel Santos, Kico Mendive o Mabel Ricciulli, mejor conocida como Soffy Martínez, pianista, compositora y cantante guajira. También se presentaron películas del cine italiano protagonizadas por Marcello Mastroianni o Sandro Panzeri; y, del cine mexicano artistas como María Félix, Dolores del Río o Pedro Armendáriz.
Debido al doblete en sus funciones, vespertina de 7 a 9 de la mañana y nocturna de 10 a 12 de la noche, la visita al teatro se transformó en uno de los elementos representativos de Riohacha. Escenario de reunión familiar, comercio, rumores de barrio, dolor y ruptura ¿por qué? Porque se disfrutaba la función desde los palcos a través de los comentarios indiscretos de sus espectadores, haciendo coro de humor mientras se cambiaba el rollo en la mitad de la película boicoteando la demora en el trabajo del señor Ortega.
Así como se era testigo de la incorporación en el ejército de los jóvenes quienes eran aprehendidos para prestar su servicio militar a la salida de la función. Mientras que otras familias, con menores contratiempos, disfrutaban del sabor de helado colito, vendido por la señora Flor o el arroz de camarón en el gran caldero de la señora Teodora Ibarra.
Mientras que un grupo disfrutaba de las películas al aire libre, surgió un nuevo teatro, idea de los hermanos Vence que decidieron ponerle como nombre Olimpia, durante los años sesenta y hasta la mitad de los setenta la ciudad tuvo la oportunidad de disfrutar de un teatro más moderno y totalmente cubierto, tiempo después, convertido en un centro comercial.
Si bien, en la historia de los teatros de la capital Guajira tuvieron su momento de esplendor, no se sabe con certeza si fue la llegada del Betamax o el carente vínculo con las artes escénicas la razón por la cual se debilitó la asistencia a este espacio cultural. Lo que sí se sabe es que para la llegada del nuevo milenio no existía el ímpetu por asistir al teatro y mucho menos la sociabilidad de los años de oro, pues con el paso del tiempo Riohacha sigue aislada, estancada en el abandono de su gente y del sobo de su cultura. Tal como lo reconoce el poeta Víctor Manuel Fuentes Jiménez con los cantos a Riohacha:
“Sin fáciles vías de comunicación terrestre,
Sientes la nostalgia desesperante del aislamiento,
Pero no te amilanas; tienes fe y ésta salva”.