El maestro Adolfo Rafael Pacheco Anillo, considerado el último gran juglar de los Montes de María, murió el sábado 28 de enero de 2023 a sus 82 años de edad, tras complicarse su estado salud al sufrir un trauma craneoencefálico cuando viajaba de San Jacinto hacía Barranquilla y estalló una de las llantas del vehículo en el que se desplazaba a cumplir una cita médica en la capital de Atlántico.
Era un hombre de origen sabanero que en sus composiciones plasmaba experiencias vividas y a veces convertía la imaginación en realidad. Fue el mismo que se inventó una “Hamaca Grande” para mecer en ella al pueblo vallenato, el mismo que se imaginó un collar de cumbias y comparó a San Jacinto, su tierra natal, con un imperio.
Decía que vivía mejor llevando siempre vida tranquila y que estaba preparado para morir cualquier día. En vida fue homenajeado en más 100 oportunidades y nombrado por la Universidad de Cartagena como profesor emérito por presentar su tesis enfocada hacia los compositores, algo que nadie había hecho.
El juglar que nació en las entrañas de los Montes de María y que fue bautizado como Adolfo, se enteró que lleva ese nombre por esa frenética admiración que sentía su progenitora por Hitler, quien en los años 40 se nombraba mucho en Europa.
Su padre Miguel Pacheco, a quien le hizo una canción de nostagia luego de que perdió hasta “el gurrufero”, quería que estudiara derecho y llegará al Congreso de la República sin saber que la música ya se le había impregnado en el alma y de ella brotaban composiciones que con el tiempo se volverían inmortales. En sus venas corría sangre musical, pues su mamá cantaba a voz en cuello, pasillos, vals y boleros, pero en el patio de su casa desde donde enamoró el corazón del “Viejo Miguel”. Su abuelo paterno, Laureano Antonio Pacheco, era tamborilero de gaita y fue quien descubrió en él su inclinación por la música.
La madre de Adolfo Pacheco Anillo, murió cuando él apenas tenía ocho años y fue así que con el dolor del alma su padre se refugió en el alcohol y cuando ya lo había perdido casi todo, se fue solito y decepcionado a Barranquilla buscando consuelo, paz y tranquilidad.
A su hijo el que más tarde se convertiría en un gran compositor, lo mandó para un internado, cuatro en una escuelita donde enseñaban a punta de reglazos y seis en el Fernández Baena de Cartagena de Indias.
Adolfo Pacheco, terminó el internado y le mando a decir a su “viejo” que quería estudiar ingeniería civil pero como no prestó servicio militar, no pudo ingresar a la Universidad de Cartagena.
Decidió irse para Bogotá por recomendación de un amigo, allá sintió por primera vez el intenso frio en su piel y comenzó a ponerse trajes enteros. También descubrió cual era el color de su piel por el insulto de una mujer bogotana que lo empujó y lo llamó negro malparido.
Estudió dos la ingeniería civil en la Universidad Javeriana y de paso en sus ratos libres aprovechaba para tomar clases de guitarra, pero su vida no sería en Bogotá, pues a su padre quien tenía que mantener a cuatro mujeres que le habían dado 17 hijos, ya no le alcanzaba la plática. Adolfo Pacheco, no imaginaba que se dedicaría por completo a la música porque el mandato desde pequeño era “ser doctor”.
Comenzó a darle vueltas en la cabeza la idea de ser político de izquierda y que Rusia sería su destino pero de nuevo sacó cuentas y le faltaba platica para emprender aquel deseo.
Precisamente es por esa época cuando en Valledupar nace el embeleco de hacer un Festival Vallenato, situación que hizo enfurecer al maestro Pacheco, porque no podía creer que la música de acordeón la bautizaran como vallenato, solo porque aquel festival se haría en Valledupar. Esa rebeldía le hizo componer la canción “La Hamaca Grande” para demostrar que en su tierra tocaban cumbia en acordeón y que habían unos gaiteros que también tienen leyenda como Francisco “El Hombre”. La canción se internacionalizó y en la emblemática Plaza Alfonso López, se convirtió en una especie de himno como si allí hubiera nacido.
Adolfo Pacheco, también le cantó a Mercedes, una Sanjacintera a quien estando casado, quería robarle el corazón e invitó a un lujoso hotel y a pasear en coche la costa del mar Caribe. Mercedes le dijo que no, que él era ajeno, de su mujer y de sus hijos y que del rancho salía pero casada. Mercedes, defendió su dignidad demostrándole al maestro que la mujer ni se entrega ni se vende.
Adolfo Pacheco, siguió componiendo versos y con su inseparable compadre Ramón, en el acordeón, comparaba el amor hasta con un mochuelo de las Montañas de María, también pintaba cuadros con pincel y con paletas, buscando como el poeta la armonía en el color y decía que era el mejor pintor, refiriéndose a que componía más que Rafael Escalona.
Pacheco Anillo, era aficionado a los gallos, aseguraba que su corazón latía con más fuerza cuando los escuchaba cantar y pelear. “Me independicé y soy lo que quiero ser”, dijo en una de sus entrevistas, donde también reconoció que era muy didáctico en sus composiciones y que en todas impregnaba una enseñanza.
Sus hijos quienes gracias a que él fue un gran luchador, lograron estudiar medicina derecho, fisioterapia e ingeniería de sistemas, ellos, sus 17 hermanos y su gran amor Lady Anillo, hoy lo recuerdan con orgullo y lloran su partida al igual que todo un pueblo que entona sus canciones lamentando su partida y que seguramente lo inmortalizarán a través de sus crónicas musicalizadas que representan la cultura y tradición del Caribe.
Aparte de la música, Adolfo fue un enamorado de la política. Fue Concejal de San Jacinto, Diputado del Departamento de Bolívar, Secretario de la Asamblea de Bolívar, Director de Tránsito de Bolívar y Vicecontralor.
Los temas del maestro Adolfo Pacheco han sido grabados además por Otto Serje y Rafael Ricardo, Nelson Henríquez, Daniel Celedón e Ismael Rudas, Los Hermanos Zuleta, Diomedes Díaz, Carlos Vives, Johnny Ventura, Los Melódicos y Moisés Angulo.