“Bienvenidos al Darién, esperamos que lo disfruten”, le gritan al grupo de 60 migrantes que acaban de arribar, con niños en brazos y maletas, en mototaxis y motocarros al lugar, en las afueras de Acandí, donde queda la entrada a esta inhóspita selva.
A la derecha hay un cultivo de plátano, y a la izquierda, un camino destapado que se pierde en la maleza. En el medio están unos hombres uniformados con camisetas rosadas, que llaman ‘asesores’ y guían al grupo, que son marcados…