Cuando uno aterriza en el aeropuerto La Florida, de Tumaco, de inmediato se siente como la humedad y el calor del pacífico le abrazan el cuerpo. Y cuando se sube en el bus que lo va a llevar hasta el hotel en el que se va a hospedar, y se empieza a perder en sus calles, es imposible no ver las cicatrices que le dejó a ese territorio, la guerra y los grafitis que la comunidad pintó sobre los muros de sus casas para el perdón y la memoria.
Pero,…