A mediados de 1997 en Pablo Sexto un barrio de Sincelejo, Sucre, entre los susurros de la fe y la promesa de milagros, se gestaba un oscuro teatro de engaño. Bajo la apariencia de la curación divina una banda de estafadores tejía su red, atrapando a los incautos en un mundo de falsas promesas y peligrosas mentiras.
La historia comenzó a desplegarse cuando el agudo olfato periodístico de Jaime Vides Feria, captó el sutil aroma de la mentira en el aire. Fue el camarógrafo Dairo Pérez Cuello, con su fino oído, quien destapó el primer indicio de la farsa en el barrio Botero de Sincelejo. Las palabras de Pérez Cuello resonaron en la oficina cuando llegó con el cuento de lo que decía la gente y así, con la determinación de buscar la verdad, iniciamos un viaje hacia lo desconocido.
Se hablaba de la presencia de José Gregorio Hernández, reconocido Santo que realizaba operaciones milagrosas en Venezuela y que ahora se manifestaba en Colombia a través del cuerpo de una mujer, y realizaba milagros y cirugías sin dolor. Fue un momento intrigante para nosotros.
Los rumores de los milagros se esparcían como fuego en un campo seco, atrayendo a una multitud en busca de esperanza y alivio. Con paso firme y cámaras listas, nos adentramos en el corazón del engaño, acompañados por los camarógrafos Dairo Pérez y Gino Sánchez, quienes con su lente fueron pieza vital en la investigación.
Día tras día, la cantidad de personas que buscaban un milagro en sus vidas aumentaba, era una romería impresionante. Esta situación nos llamó poderosamente la atención, así que decidimos dirigirnos hasta el corregimiento Las Piedras, zona de Toluviejo, donde la mujer y su equipo estarían atendiendo. Queríamos realizar una crónica periodística para televisión sobre estos milagros tan comentados por la gente. Partimos desde Sincelejo, atravesamos La Palmira, Los Altos y Caracol para llegar a ese corregimiento eran aproximadamente las 2:30 de la tarde, recuerdo yo que constantemente miraba el reloj por aquello del tiempo para poner microondas en la extinta empresa de Telecomunicaciones TELECOM ubicada a como a tres cuadras del Parque Santander.
Cientos de personas, cada una con sus propias esperanzas y temores, habían sido sometidas a operaciones bajo la creencia de que la intervención divina de José Gregorio Hernández, obraría maravillas en sus vidas tal como había sucedido en Venezuela años atrás. Sin embargo, lo que presenciamos no era más que un macabro espectáculo de explotación y engaño.
Nos enfrentamos a una realidad que superó con creces cualquier expectativa previa. Más de treinta personas, recién sometidos a intervenciones médicas y envueltos en una atmósfera de presunta sanación, atestiguaban los milagros obrados por José Gregorio Hernández a través de una joven llamada Olga Lucía. Sin embargo, tras el velo de la maravilla se escondía un triste panorama, donde la fe inicialmente abrazada por aquellos en búsqueda de solución a su sufrimiento se veía eclipsada por la desesperación. El dolor que los llevó hasta ese lugar fue aprovechado y manipulado en un acto de explotación.
En medio de este caos, la mujer que se decía poseída por el espíritu de San Gregorio, descansaba brevemente entre una cirugía y otra. La escena alcanzó su clímax cuando Jaime y yo solicitamos presenciar una de las «cirugías milagrosas». Entramos en un cuarto sombrío y rudimentario, iluminado por la débil luz del día que se filtraba por las rendijas de las paredes e iluminaba un cuadro de José Gregorio.
Con cautela y expectantes, presenciamos cómo la mujer, con manos temblorosas pero decididas, se preparaba para realizar la intervención. Nuestros camarógrafos captaron cada instante, conscientes de que estábamos siendo testigos de un acontecimiento que desafiaba nuestra comprensión de lo que es real y lo que es ilusión Observamos con ojos incrédulos cómo la farsa se desmoronaba ante nosotros. Manos ensangrentadas y una voz distorsionada aseguraba que el milagro estaba hecho, cuando la realidad era otra.
El lugar carecía por completo de las condiciones mínimas de higiene y seguridad requeridas para cualquier intervención médica. Los pacientes yacían en camillas improvisadas, rodeados de animales de granja, mientras esperaban su turno para ser atendidos. Las incisiones recientes en sus cuerpos eran testigos mudos de la desesperación que los había llevado hasta allí, operaban hasta la epilepsia.
En un momento que parecía suspendido en el tiempo, la operación llegó a su clímax. Con un gesto firme, la supuesta médium, extrajo lo que creía ser el tumor maligno del vientre de la paciente. El silencio se hizo eco en la habitación mientras todos contemplábamos el resultado de aquel acto que no era más que una farsa, las imágenes captadas por nuestros camarógrafos no mentían, ahí estaba la prueba que necesitábamos.
Con la verdad desnuda ante nuestros ojos, llegamos a Sincelejo y no vacilamos en compartir el descubrimiento con las autoridades. La rápida acción del comandante de la Policía Nacional, el coronel Luis Contento Torres, fue la chispa que encendió el camino hacia la justicia.
La banda de estafadores, compuesta por dos mujeres y tres hombres con sus falsas promesas y sus manos manchadas de engaño, fue desmantelada y enfrentaron la justicia. La noticia resonó en todo el país, demostrando que la verdad siempre sale a la luz, incluso en medio de la fe ciega y las supersticiones. Logramos evitar que la fe de muchos fuera explotada en nombre del lucro y la mentira. ¡Acompáñanos en esta travesía hacia las raíces del periodismo! | Un compromiso sagrado.