Después de ver una camioneta gris marca Toyota parqueada durante varias horas sobre la Carrera Séptima con calle 237, un guarda de seguridad se acercó al vehículo y observó que en los puestos del piloto y copiloto había dos sujetos con rastros de sangre e inconscientes.
Se trataba de Wílmer Aguilar Vega y Jhon Alexánder Prieto García, dos hombres de 31 y 29 años, respectivamente, quienes fueron asesinados de un disparo en la cabeza la tarde de este jueves en una zona boscosa a la salida de la capital.
Las dos víctimas, quienes tenían antecedentes judiciales, según informaron las autoridades, fueron asesinadas por un misterioso sujeto que estaba al interior del carro, y con quien presuntamente tenían una cita.
“La verdad es que vimos esa camioneta dando vueltas por la zona desde las 10 de la mañana y se nos hizo raro, pero después, a eso de las 5 de la tarde se oyeron los tiros y nos percatamos de que ya no estaba parqueada en sentido norte-sur, sino sur-norte. A la media hora nos asomamos y encontramos los cuerpos”, le dijo a Q’HUBO un trabajador de la zona.
Una patrulla de la Policía llegó a la zona, y tras tomarle el pulso a ambos sujetos confirmó que no tenían signos vitales. De inmediato procedieron a acordonar la escena del crimen y no permitieron el paso de conductores ni transeúntes durante dos horas.
Sobre las 8 de la noche se terminó la inspección de ambos cuerpos. Al lugar de los hechos no llegaron familiares ni allegados, por lo que se presume que los individuos habrían sido citados por su homicida en este lugar.
Doble homicidio.
Jhon Alexánder y Wílmer llegaron en la camioneta blindada de placa RCK 914, al sitio que habían acordado con un sujeto con el fin de concretar un negocio; sin embargo, lo que encontraron allí fue la muerte.
El homicida, del que se desconoce su identidad, según indican las autoridades, llegó con otros dos sujetos en un vehículo particular y se parquearon a pocos metros. El sicario se bajó, caminó hasta la camioneta, se subió y saludó a sus dos víctimas.
No transcurrieron más de cinco minutos, cuando se oyeron las detonaciones. El sicario escapó apresurado y corrió hasta el automóvil que lo estaba esperando, el cual aceleró a toda velocidad cuando el reloj marcaba las 5:45 de la tarde del jueves.
Presuntamente, el crimen se debe a un ajuste de cuentas, según han podido establecer las autoridades.
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