“¿Por qué mi hermano, por qué si él era bueno?”, gritaba entre sollozos una mujer arrodillada en el suelo, mientras observaba cómo cuatro investigadores de la Sijín subían el cuerpo sin vida de Édgar Camilo Zabala Castiblanco al carro de criminalística, luego de que lo sacaran cargado de la cafetería en la que dos horas antes le dispararon.
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Édgar Camilo fue ultimado por un sicario cuando se encontraba en el interior de una cafetería del centro de Bogotá, disfrutando de una taza de café, un acto que se había convertido en una rutina para él, quien era abogado y tenía su oficina a pocas cuadras del teatro de sangre.
Dicen que el sicario lo estaba esperando dentro del establecimiento comercial, sin levantar sospechas entre los demás clientes y trabajadores, quienes conocían a la víctima desde hace varios años, pues era un cliente frecuente.
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El crimen
Zabala Castiblanco, quien hace poco se había graduado como especialista en Derecho Público, no tenía enemigos, o eso aseguran sus allegados, quienes lo describen como una persona “trabajadora, honesta, leal y con un gran corazón”. Por eso, todavía no entienden quién pudo arrebatarle la vida de esa manera.
Hasta el momento, la única hipótesis que hay detrás de su asesinato es que, presuntamente, está relacionado con alguno de sus clientes o con la contraparte de alguno de sus casos. No obstante, hasta el momento todo es materia de investigación.
Ataque a bala en la cafetería
Camilo, como todos los días, llegó en la mañana de este lunes a la cafetería, ubicada en la calle 18 con carrera 6, pidió el tinto de siempre y se sentó. Minutos después, sobre las 11:30 de la mañana, un sujeto que estaba tomándose una gaseosa a pocos metros se levantó y le disparó en la cabeza.
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El cadáver del hombre de 35 años quedó tendido en el suelo del establecimiento, ubicado en el barrio Veracruz (Santa Fe), delante de varios clientes, quienes de inmediato comenzaron a gritar pidiendo ayuda.
Después de registrarse el hecho, las autoridades acordonaron la escena y poco a poco los curiosos se fueron agolpando, al igual que la familia de la víctima, que entre sollozos se preguntaba por qué estaba viviendo semejante pesadilla.
Yo estaba atendiendo a un señor. Cuando se escucharon dos disparos salí, y vi que un tipo estaba corriendo y tenía el arma de fuego. Me entré, porque me dio mucho miedo, y a los pocos minutos volví a salir y ya estaba la Policía. Todos los días veíamos pasar a la víctima por acá y siempre estaba muy elegante”, contó una comerciante.
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La captura
El sicario, que llevaba una escopeta, salió corriendo de la cafetería San Café de Bogotá, y tras los gritos de la comunidad, que decía “¡cójanlo, cójanlo!”, un guarda de seguridad de uno de los edificios le salió al paso y le hizo zancadilla, hecho que permitió su captura.
La comunidad lo retuvo durante varios minutos, hasta que llegó la Policía y lo esposó. Las autoridades le hallaron en su poder el arma con la que cometió el homicidio.
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