Y es que la fe católica que se profesa en nuestro país, sus monumentos y sus costumbres para esta epoca de Semana Santa, son considerados hoy en día como atractivos de gran valor para quienes buscan elevar sus niveles de espiritualidad y aprender sobre la cultura local, el deseo de acercarse a la religión, recorriendo sus lugares más representativos, hace parte de esta tendencia.
Cada vez, son muchos más los viajeros optan por estos destinos colombianos, que se han convertido en opciones turísticas por excelencia, un potencial que ofrece experiencias únicas a las que pueden acceder quienes profesan la fe católica, y a quienes, por cultura general, quieren conocerla, tener un referente o entenderla.
Sólo en nuestro país es posible rendir culto a la Virgen en un templo construido hace mas un siglo o pagar una promesa, y llegar a esos templos haciendo penitencias, algunos buscando milagros, otros bendiciones, y otros, conocimiento.
Es el caso de Chiquinquirá, la ‘ciudad mariana de Colombia’, la ciudad donde ‘vive’ la patrona de Colombia la virgen milagrosa, en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, un referente del turismo religioso en Colombia.
Al respecto, el padre rector de dicho Templo Católico, Fray Carlos Mario Alzate, sacerdote que ha estudiado este fenómeno del turismo religioso, al rededor de los cultos católicos,
«El turismo religioso es el más antiguo, las peregrinaciones a lugares santos, alrededor del mundo, ha movilizado a lo largo de los siglos a millones y millones de personas, hay santuarios y celebraciones, que convocan a la gente, y la pandemia nos ha permitido mirar un poco más articuladamente el tema de la movilidad, y de las condiciones que requieren un tipo de acompañamiento a estas multitudes que quieren vivir estas manifestaciones espirituales, ya sea por conocimiento, por mantener tradiciones, o por vivir una experiencia”, explicó Fray Alzate en Caracol Radio.
Agregó que “toda la economía de esta parte del occidente de Boyacá, gira entorno a la peregrinación de la historia y los milagros que la virgen del rosario ha hecho a los fieles católicos. La hotelería, la gastronomía, y el transporte en general, ha tenido varias etapas a superar: un confinamiento repentino, una espera y una incertidumbre fuerte en medio de intentar controlar y entender el coronavirus, y la forma obligada de volcarnos todos, de ver la necesidad de ayudarnos a través de las herramientas digitales, de las redes sociales, de buscar la manera de evitar la ruptura de la comunicación, es decir, todos intentamos, incluida la iglesia, de hacer nuestro mejor esfuerzo echando mano de la tecnología, que era lo más cercano en medio de la emergencia sanitaria, para sobrevivir, para subsistir, para permanecer”.
Para el caso de Boyacá, Tunja -su capital- en Semana Santa, alberga otro tipo de atractivos como museos y conventos o monasterios, donde se desarrolla una vasta programación académica y cultural que va desde conciertos de música sacra, conferencias y exposiciones sobre arte religioso y hasta misas en latín.
Para este año se promueve el primer encuentro de Artes Sacras en la capital de Boyacá, de manera virtual debido a la pandemia.
Pero, cómo ha golpeado la pandemia al turismo religioso, al respecto explíco el secretario de turismo Antonio Leguízamo, que “es todo un reto lo que ha tenido que soportar este tipo de turismo a lo largo del terriorio bouyacense, con, aproximadamente – y a groso modo hablando- más de 150 mil millones de pesos diarios en toda nuestra región, movidos alrededor de la religión y las peregrinaciones, pues no solamente es Chiquinquirá quien ofrece este turismo religioso, sino que son una gran mayoría de nuestros municipios boyacenses que le presentan a los turistas este tipo de experiencia”.
Y es que alrededor de este turismo, basan su sustento miles de personas en varios municipios religiosos por excelencia. Para ellos, la pandemia ha sido nefasta, aun cuando se han intentado recuperar de los cierres y la cuarentena
Luz Marina Peña, líder de los vendedores de objetos o reliquias religiosas en Chiquinquirá, mencionó que “muchos de quienes por tradición nos habíamos dedicado a este oficio y a estas ventas, tuvieron que dedicarse a comercializar víveres y alimentos en medio de la pandemia para sobrevivir. El Pueblo quedó con poco transito de turistas, un panorama desolador y triste, porque a Chiquinquirá lo mueven los turistas y el peregrino que desde varias partes de Colombia y del mundo vienen a profesar la fe a la Virgen del Rosario. El problema es que muchos de los vendedores de reliquias, son adultos mayores, población alto riesgo, y madres cabeza de hogar, lo que agrabó el drama. Sin embargo mantenemos la esperanza, y después del segundo pico de la pandemia, se establecieron condiciones para, de a pocos, recibir a los turistas, vamos recuperando de nuevo esta economía, muy despacio, con paciencia, pero con fe”.
Por supuesto, la gastronomía también esta totalmente influenciada alrededor de la fe católica en Chiquinquirá.
Doña Maria Caro, es una de las mas antiguas cocineras de Chiquinquirá: “la virgen es la que sostiene a este municipio. En mis casi 80 años de vida, nunca había vivido algo tan difícil como esto, porque es que prácticamente veíamos cómo se nos silenciaba el pueblo, cómo se nos desmoronaba todo lo que gira alrededor del turismo religioso, no tuvimos más remedio que cruzarnos de brazos, y ponerlos a una agonizante espera. Ahora tenemos la fe de que con las vacunas, y con la conciencia de la gente, volvamos a ver los ríos de gente en el santuario de la virgen milagrosa, y una economía recuperada, así será en nombre de Dios”.
Para Fray Carlos Maria Alzate, la pandemia debe también debe permitirle un nuevo punto de partida al turno religioso.
“Sin duda alguna, dos renglones del turismo que van a tener un gran desarrollo en la pandemia y la postpandemia: en primer lugar, el turismo ecológico, de descanso y de familia, donde el centro del país será el destino favorito, y en segundo lugar, el turismo religioso, porque la gente va a darle una importancia, creemos, al tema espiritual, a la recuperación, sanción, de reencuentro espiritual, sosiego, paz interior, de acción de gracias, de suplica, un punto muy importante que estará volcando a la gente a los santuarios, para encontrar allí ese consuelo y esa catarsis que de alguna manera necesitamos todos para empezar a mira hacia adelante con mayor esperanza”.
Quienes viven alrededor del turismo religioso, convergen en que el gobierno Nacional debe fortalecer el trabajo de la mano con las autoridades regionales para, por un lado, fortalecer la infraestructura turística de esa población y por el otro, capacitar a los operadores turísticos y prestadores de servicios en este nicho cultural, que a partir del Turismo Religioso, se promueve en varios países de América Latina.