La vida sigue igual para decenas de jóvenes hombres y mujeres que no hacen otra cosa distinta cada día a consumir y consumirse en el licor y las drogas en pleno centro de la ciudad, a pocos metros de la carretera troncal del Caribe y en las inmediaciones de uno de los sitios más visitados por los turistas, el Mercadito Guajiro.
Las intervenciones como las han llamado algunos gobiernos, no han servido de nada, debido a que estas solo se limitan a ratos de charla sobre las bondades de la biblia, el corte de pelo, cambio de ropa en algunos casos y un refrigerio de cortesía pero sin que haya un programa de rehabilitación que los saque del hueco.
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La Guajira Hoy pudo constatar una vez más estas gráficas que no son otra cosa que escenas del capítulo anterior. Por el frente de esta situación pasan todos; funcionarios, Policía, civiles, miembros de distintas organizaciones, cristianos-evangélicos, católicos, pudientes, no pudientes y sociedad en general, pero parece que esto no fuera con ellos.
El comercio de la droga y el licor (chirrinchi en este caso), es las 24 horas. Ellos pareciera no dormir y es que esas sustancias los mantienen alerta, despiertos y atentos. Son inofensivos aparentemente, pero la oportunidad los convierte en cleptómanos.
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El mítico Mercadito Guajiro es el escenario de estos jóvenes, los cuales, en criterio de muchos pueden ser recuperados con un programa de asistencia real del gobierno para separarlos de este modo de vivir y volverlos productivos.
Mientras esto sucede, este medio está dispuesto a lo que esté a su alcance para promover una campaña verdadera para recuperar a este colectivo de jóvenes y convertir el Mercadito Guajiro en un lugar atractivo donde se pueda asistir a consumir los platos típicos y a comprar el famoso chivo despresado, pero sin tener como paisaje este deprimente cuadro.